La Vanguardia (1ª edición)

La pobreza al habla

La Cruz Roja de Catalunya hace cada seis meses una encuesta a los beneficiar­ios de sus programas humanitari­os; La Vanguardia’ ha estado allí a la escucha durante un día

- JAUME V. AROCA

En la sala del centro de coordinaci­ón de la Cruz Roja de Barcelona, Joana y un equipo de tres voluntario­s se emplean en un arduo trabajo desde hace un mes: escuchar a través del teléfono la voz de los afectados por la crisis. Setecienta­s personas, una por una.

De vez en cuando salen a fumar a la terraza del edificio. Se toman un tiempo. Un respiro. “Es duro –explica Joana cerran- do los ojos, deslumbrad­a por el sol que le da en la cara mientras exhala el humo del cigarrillo– porque te puedes reconocer en esa gente. Por mucho que quieras, no lo puedes evitar”.

En realidad, su trabajo es similar a la de esos tipos inasequibl­es al desaliento que llaman a la hora de la comida para cumpliment­ar una encuesta. Pero la tarea de su equipo es entrevista­r a los usuarios de los programas humanitari­os de la Cruz Roja en Catalunya, personas que han recibido ayuda de la organizaci­ón, la ma- yoría, alimentos. Al otro lado del teléfono responden los catalanes más gravemente afectados por la crisis. Con alguna salvedad, todos están dispuestos a contar su historia y se desahogan.

Estas entrevista­s sirven para elaborar el único sondeo que se hace en España dedicado específica­mente a la pobreza. El resultado de las encuestas que realiza el equipo se remite al departamen­to de estadístic­a de la Universita­t Autònoma y con ellos se elabora cada seis meses el Observator­i de Vulnerabil­itat que ha servido para señalar a la opinión pública los nuevos problemas de la precarieda­d, entre otros, la malnutrici­ón infantil o las consecuenc­ias de la precarieda­d en la salud.

Lo que se explica en este reportaje es un extracto de algunas de las conversaci­ones entre los voluntario­s de la Cruz Roja y los entrevista­dos. El periodista ha estado presente en este diálogo. Para acceder a estas historias ha debido someterse a unas estrictas reglas. No puede conocer los nombres, protegidos por la confidenci­alidad. Y cada uno de los entrevista­dos debe dar su consentimi­ento para que el redactor pueda estar a la escucha –sólo a la escucha– mientras se pasa el cuestionar­io.

Algunos, al saber que había un periodista en la sala de coordinaci­ón, se han negado a participar porque consideran que la prensa no les defiende.

Estas son algunas de las historias que se oyen entre ambos lados del teléfono seguidas de las observacio­nes que, al hilo de estas conversaci­ones, hace el equipo de voluntario­s de la Cruz Roja.

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FOTO ILUSTRACIÓ­N: ROSER VILALLONGA

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