Contra viento y marea
El Trofeo Conde de Godó de vela cumple su cuarenta aniversario con la misma ilusión que disputó su primera edición el 29 de abril de 1974, cuya regata inicial era un recorrido de diez millas, sobre un triángulo balizado cercano a la bocana del puerto de Barcelona. Era para embarcaciones de la clase dragón, pero La Vanguardia advertía en su crónica deportiva que en sucesivas ediciones se ampliaría a clases diferentes. Mi padre, que había practicado la vela deportiva a bordo del Rosalind, tuvo la feliz idea de poner en marcha una regata que sirviera para impulsar los deportes náuticos en nuestro país y ciertamente hay que reconocerle que supo aportar su grano de arena en el desarrollo de la vela, que tantas satisfacciones ha dado a nuestro país.
George Orwell escribió que a partir de los cuarenta años uno tiene la cara que se merece. Por extensión, podría afirmarse que las regatas, cuando alcanzan esta edad, gozan del prestigio que les corresponde y, en el caso de este trofeo que organiza el Real Club Náutico de Barcelona, resulta evidente que, con los años, ha alcanzado una gran notoriedad en la ciudad y merecida fama entre los tripulantes, lo que le ha permitido resistir el temporal de la crisis, hasta el punto de que se trata de una prueba clásica del calendario. Contra viento y marea, el Trofeo Conde de Godó ha llegado a su madurez deportiva.
En este sentido, quiero reconocer el mérito del presidente Enric Corominas y de su junta directiva, que en los últimos años han sabido buscar recursos y, lo que es más importante, poner todo su esfuerzo para dar al trofeo el realce que se merece. El año pasado el Trofeo Conde de Godó de vela dio un salto de calidad
Esta edición será un éxito por el entusiasmo de los organizadores, por el compromiso de la flota y por el interés de los barceloneses
al reunir en las aguas barcelonesas a los TP52 y los Soto40, verdaderos fórmulas 1 de mar, al lado de los amateurs de la clase ORC; pero también los espectaculares Wally de diseño vanguardista, junto con los monotipos J/80 en los que compiten los campeones de la vela ligera y los medallistas olímpicos. El Ayuntamiento de Barcelona se ha volcado igualmente con esta regata, que congrega no sólo a los mejores regatistas del país, sino también a notables participantes extranjeros.
Es un orgullo para mí que esta competición que impulsó Carlos Godó, que fue un enamorado de la mar, y que tuvo durante muchos años al rey Juan Carlos como uno de los mejores animadores de la regata, sea hoy una prueba consolidada. Estos días ojeaba el álbum familiar con las fotografías de aquellos inicios del trofeo y pensaba en la importancia que ha tenido la sociedad civil para la promoción del deporte en nuestro país. Barcelona ha sido pionera en la práctica de numerosos deportes, pero también de los marineros. La colección de medallas que la vela española atesora en las competiciones olímpicas es la mejor prueba de que han valido la pena tantos esfuerzos.
Estoy absolutamente convencido de que esta 40.º edición del Trofeo Conde de Godó de vela será de nuevo un éxito por el entusiasmo de los organizadores, por el compromiso de la flota y por el interés de los barceloneses.