El arte de tapizar
Gastón y Daniela acaba de presentar la última colección textil para la casa. Elegancia y sobriedad saltan a primera vista, pero se aprecian en toda su magnitud con las telas en la mano
Gastón y Daniela existieron en la realidad. No es una pareja de leyenda, aunque algo tiene de ello. En el Bilbao de 1876, Gastón Poirier Blanchard y Daniela de Bolivar e Icaza inauguraban un pequeño y exclusivo establecimiento de textiles para la casa. Unos años más tarde, su nombre quedó indisolublemente unido a ese guacamayo vivo que su nieto Guillermo Wakonigg Poirier, –gran impulsor del negocio familiar–, recibió como regalo e integró en el ambiente de una de las tiendas como pequeña licencia exótica, y acabó convirtiéndose en el logotipo de la firma. La tienda de Barcelona, abierta en 1958, fue entonces y sigue siendo hoy un lugar único donde adentrase en el envolvente universo del textil doméstico: la suavidad de un algodón mercerizado, los relieves de un bordado, el tacto acogedor del jacquard, el sonido de un tafetán, la rusticidad de la loneta, la calidad cromática de un estampado. “Los textiles –señala Jesús Garabieta, director creativo de Gastón y Daniela– tienen mucho potencial para dar confort a una casa, con sus múltiples texturas y gamas de color. Se pueden utilizar como elemento principal o bien para aglutinar toda una decoración de mobiliario: falta algo y ahí entra la tela”. Garabieta desde hace 25 años es quien se encarga de definir las colecciones propias de la firma. Desde el diseño inicial a la preparación de cada modelo para entrar en producción, la óptima resistencia para cada uso, la supervisión técnica de ejecución y la imagen global final.
La última colección, presentada en la Feria Maison Object de París con gran éxito, se llama Bil- bao. Y sobresale por su elegancia, sobriedad y las posibilidades que ofrece, transmitiendo domesticidad. Se compone de cinco familias, cada una con distintos modelos y sus correspondientes variaciones cromáticas, que suman en total un centenar de referencias. Funcionan por separado o combinadas entre sí. Abarca lisos, bordados, una colección inspirada en la sastrería masculina, otra de estampados y la última concebida como fondo de armario, que evoca las rayas colchoneras de siempre. En la tienda pueden apreciarse en perchas y también en libros. Una herramienta de trabajo donde ya se proponen combinaciones y se ve rápidamente todo el conjunto de gamas de color y texturas disponibles.
“En cada caso –apunta Jesús Garabieta– hay que ver qué pide una tela: ser el epicentro o no querer competir con el entorno. Lo que es irrebatible es la calidad, que colabora con la estética en un alto porcentaje. Y que la fibra sea lo más natural posible. Un buen algodón coge muy bien el tinte. Luego está su uso óptimo”. No todas las telas sirven para todo. Algunos bordados son más aptos para cortinas o colchas que para tapizar. Y un estampado, según el tamaño del dibujo, favorecerá más a un tipo de sillón u otro. Finalmente, la clave de la armonía entre distintas telas en una casa reside en las gamas de color, que permiten mezclar variadas texturas e incluso estampados.
Gastón y Daniela nació como pionera cuando comenzaban a popularizarse los asientos tapizados. Hoy, en el XXI, una casa sin un mullido sofá o una butaca es casi impensable y la firma sigue en la avanzadilla con magníficas colecciones propias anuales. Un complemento básico junto a un extenso catálogo de telas de importación: dieciocho marcas internacionales y en total más de 9.000 diseños diferentes.