Michael Douglas y Soderbergh, con su despedida, emocionan en Cannes
El actor recordó su cáncer durante la presentación de ‘Behind the Candelabra’
Una lágrima, como la que parecía que se le escapaba a Steven Soderbergh en Cannes al anunciar su retirada, o un amago de sollozo, como el que sugirió la voz entrecortada de Michael Douglas al recordar que, mientras tenía cáncer, Soderbergh lo esperó para Behind the Candelabra, la película que ambos presentaban junto a Matt Damon. Tan sólo por eso, por una emoción intuida, por un pequeño detalle, por un amago de sinceridad, un encuentro con los medios –en principio rutinario– cobra sentido y calado.
Aunque la película en cuestión no sea una obra maestra, o no tenga tanta trascendencia como uno espera. Eso ocurre, al menos, con Behind the Candelabra, basada en la vida de Liberace.
¿Liberace? ¿Quién es Liberace? Un mago del piano, un precursor de artistas como Elton John, Madonna o Lady Gaga. Un performer excesivo, desmesurado. Un artista de la tele, de Las Vegas, del Radio City Hall de Nueva York, que robó el corazón de Estados Unidos durante décadas. Liberace murió de las consecuencias del sida en 1987, todavía entonces una enfermedad maldita.
Behind the Candelabra se centra, sobre todo, en los últimos años de la vida de Liberace (Michael Douglas); y más que en eso, en la relación que mantuvo con el joven Scott Thorson (Matt Damon). De hecho es la mirada atenta a la degradación de Scott/Da- mon ante el proteico Liberace/Douglas, una relación de dominación y abandono.
El filme sigue la vida en común de ambos y lo hace con naturalidad, sin poner el énfasis en la, entonces, escandalosa relación homosexual. “Así como hay cosas que hace cincuenta años eran inimaginables, creo que en cincuenta años todo esto de las luchas por la igualdad de los homosexuales nos parecerá también inexplicable, de lo natural que será todo”, comentó el director, para afirmar: “La cuestión homosexual no era mi preocupación”.
Douglas, como Liberace, crea un personaje creíble en su desmesura. Intuyes verdad en la personificación del actor. Damon, por su parte, también está creíble y tiene mayor peso dramático. El histriónico Liberace no cambia o cambia poco (aparte de las operaciones de cirugía estética a las que se somete). Damon, en cambio, se derrumba. Se embrutece. Se destruye bajo la influen- cia de su patrón y amante.
Pero la película, en su conjunto, producida para la televisión (HBO), se queda pequeña para esos seres enfrentados. Uno tiene la sensación que Soderbergh los aplana, los achica, no les deja que se asomen al abismo de su relación, amenazada por los prejuicios. Son gais, aunque gais ricos.
Pero la voz entrecortada de Douglas, de la que hablábamos al principio, en el encuentro con los medios de comunicación, es de las que se quedan grabadas en la memoria. En un momento el actor tiene que parar, no puede seguir hablando. Está emocionado. O nos lo hace creer.
Soderbergh, por su parte, con sus palabras, también dejará huella en su paso por Cannes 2013. Esa retirada de la que tanto ha hablado (quizá demasiado: lo viene anunciando en las tres últimas películas que ha realizado) tenía ayer el valor añadido de producirse en un festival, donde, de hecho, todo empezó para él. Con el éxito de Sexo, mentiras y cintas de vídeo en el certamen de 1989, película reconocida con una Palma de Oro.
“Si el director que fui viera ahora Behind the Candelabra creo que estaría satisfecho”, afirmó. “En este trabajo están algunas de las características que él soñaba conseguir cuando era joven. Una economía de medios y una claridad que, ya digo, creo que al joven que fui le gustarían”, afirmó emocionado el director.
Douglas, como el famoso Liberace, y Matt Damon, como su amante, se entregan a fondo en el filme