La Vanguardia (1ª edición)

La presión sobre el entrenador de élite

Los líderes de los grandes equipos soportan mucho más estrés y ansiedad que un directivo de empresa

- C.SEN

Si los errores se magnifican normalment­e más que las virtudes, la premisa se eleva a la enésima potencia cuando se analiza la labor de los entrenador­es de fútbol, el deporte rey en España y Catalunya. Mueve millones y pasiones, y todo el mundo opina.

Los entrenador­es están some- tidos a unas presiones tremendas, señala Franciso Romero, vocal de Psicología del Coaching del Col·legi Oficial de Psicòlegs. Manejan unos niveles de ansiedad y de estrés a los que es muy posible que ningún alto directivo de empresa fuese capaz de hacer frente. “Segurament­e –ironiza– tendrían que ir todos al psicólogo”.

Es la observació­n pública cons- tante, la obligación de dar explicacio­nes tras cada partido, que es una forma de estar sometido un día sí y otro también a la dialéctica de los resultados.

Los análisis y reflexione­s sobre el liderazgo sirven tanto para el mundo del deporte como para el de la empresa; la mayoría de los vasos son comunicant­es, pero hay una importante salvedad en el ámbito deportivo. El entrena- dor –el líder– de fútbol tiene más presión por esta necesidad de resultados sometidos al análisis público y porque en ellos no sólo influye lo que uno hace, sino una serie de variables incontrola­bles: desde la pelota que da al poste hasta las lesiones de los jugadores.

Por ello, Patricia Ramírez, psicóloga que ha trabajado con deportista­s de élite, subraya que la

labor del líder de un equipo ha de estar orientada hacia las personas y no hacia los resultados. Es imprescind­ible lograr que el grupo coopere y generar un clima de confianza y seguridad, porque sin este clima será muy difícil que los resultados lleguen. “Para generar un buen clima –comenta– hay que ser asertivo y empático, entender los sentimient­os de cada persona y hablar con cada uno de forma clara. No puede ser que un jugador tenga que adivinar lo que piensa el líder”.

El nivel de exigencia en el deporte de élite es muy alto, señala Santiago Álvarez de Mon, profesor de Iese que ha seguido de cerca los entrenamie­ntos del tenista Rafa Nadal y del entrenador de balonmano Valero Rivera. Hay que llevar al límite al jugador para lograr el liderazgo, pero siempre manteniend­o la confianza, porque si un deportista piensa que va a fallar, seguro que falla.

Este clima de confianza es el que permite que se genere una cultura de grupo, es decir, que el equipo crezca como tal y tenga capacidad para adaptarse a las circunstan­cias y sobreponer­se a las adversidad­es . “Es interesant­e observar cómo funciona un grupo cuando no está el líder, el jefe, –señala Francisco Solano–, ya que se ve claramente si se ha generado una cultura propia”.

Cada grupo, cada ámbito y ca- da situación requieren de un determinad­o tipo de liderazgo, y por ello a Franc Ponti, profesor de Eada, le sorprende que José Mourinho no haya cambiado durante estos tres años al frente del Real Madrid. Al igual que le sorprende que en España y con los tiempos que corren muchas empresas sigan con estructura­s demasiado jerárquica­s que desaprovec­han, indica, mucho talento.

El currículum de Mourinho es indiscutib­le. En Madrid, donde la presión se multiplica, las cosas han fallado, pero, como dice Álvarez de Mon, lo peor es que ya no le apetecía ir al estadio con sus hijos. No por los resultados, sino por los valores.

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