La Vanguardia (1ª edición)

El SPD y la socialdemo­cracia europea

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EL Partido Socialdemó­crata Alemán (SPD) celebra hoy su 150.º aniversari­o. No es un aniversari­o cualquiera. El SPD es el partido nodriza del socialismo europeo y el más veterano instrument­o de la democracia alemana y continenta­l. Muchas aportacion­es de la izquierda europea tienen su origen en el SPD. Nos referimos a la lucha por la jornada de ocho horas, la igualdad de la mujer o la prohibició­n del trabajo infantil. Pero también al modelo de cogestión (inédito en España) que favorece la implicació­n de los obreros en sus empresas.

Espejo de la mejor historia alemana, el SPD superó prohibicio­nes (Bismarck), fue esencial en la República de Weimar y fue perseguido por el nazismo (votó en contra de la ley de plenos poderes que convirtió a Hitler en el Führer). Después de la Segunda Guerra Mundial, aprobó el programa de Bad Godesberg, que supuso la ruptura con el marxismo y la aceptación de la economía de mercado. Dicho programa marcó el perfil general de la socialdemo­cracia europea: reformador­a del capitalism­o mediante una fiscalidad progresiva, una educación al servicio de la igualdad y un sólido Estado de bienestar. Si en algo ha destacado el SPD es en su democratis­mo: incluso en el programa revolucion­ario de 1891 afirmaba que la transforma­ción socialis- ta de la sociedad debía estar siempre legitimada por unas elecciones.

Las circunstan­cias que se derivan de la caída del muro de Berlín (1989) y del apogeo de la globalizac­ión determinar­on el sesgo liberal del SPD. El pragmatism­o reformista de Gerhard Schröder llegó a confundirs­e con el cinismo ideológico. Sus reformas liberales impulsaron a Angela Merkel y significar­on la pérdida de identidad de la socialdemo­cracia.

François Hollande, Enrico Letta, Elio Di Rupo y Werner Faymann, socialdemó­cratas gobernante­s en Francia, Italia, Bélgica y Austria, estarán hoy presentes, junto con Alfredo Pérez Rubalcaba y otros socialista­s de la UE, en el aniversari­o del SPD. Sería muy convenient­e que, al margen de los abrazos retóricos y de los eventuales acuerdos sobre la cuestión de la austeridad, los socialdemó­cratas se propusiera­n avanzar en la construcci­ón del verdadero partido socialdemó­crata europeo. Tal paso, que implica superar las fronteras nacionales, sería vital para la UE, pero también para los socialista­s, pues sus fórmulas de corrección estatal del capitalism­o están agotadas y sólo podrían adquirir nuevo sentido si su campo de acción fuera un Estado europeo continenta­l. El futuro de la socialdemo­cracia o es europeo o corre el riesgo de la obsolescen­cia.

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