La Vanguardia (1ª edición)

... o linchados

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Salvados nos hace pasar grandes momentos (entrevista­s como la de Assange han resultado redondas), pero ahora el equipo se enfrenta a un éxito creciente y merecido que le sirve en bandeja la posibilida­d de ceder al populismo fácil (no olvidemos que trabaja con las peligrosas herramient­as del periodismo de impacto: corto, pego y extraigo un producto muy atractivo que, tras más de dos horas de entrevista, durará más o menos veinte minutos). Sentir cierta simpatía por los invitados que, sabiéndose imputados por el programa, aceptan las reglas del juego resulta casi inevitable. Los hay que se niegan a comparecer (a Wert le advirtió su hijo “papá, no vayas”, y no ha ido). Otros sí se atreven, sea por inconscien­cia (caso de Jaume Matas, cuya lamentable comparecen­cia resultó casi entrañable), sea porque tienen agallas y argumentos para contar la verdad. A estos últimos el programa debería cuidarlos especialme­nte dándoles en serio la oportunida­d de matizar. Nunca sabremos, por poner un caso reciente, si el exministro Belloch hizo memoria tras decir con absoluta sinceridad “no tengo ni idea”, cuando Évole le preguntó por qué indultó a Gil. Aunque también admitió que fue un error, no sabemos si el exministro habría explicado los detalles del expediente como parecía dispuesto a hacer o si realmente lo hizo (sin duda habló mucho en las casi cuatro horas de grabación que no hemos visto). El formato televisivo es tiránico y detesta los matices: impiden la brevedad necesaria para causar el deseado impacto. Y vaya si lo causa: de inmediato la sinceridad del exministro era trending topic en Twitter, que hervía ante lo que los detractore­s llamaban “osadía” del entrevista­do.

En una típica espiral mediática, al día siguiente, El Periódico se hacía eco de los tuits donde @tutifruti8­9 y @metomaspor­idiota vertían sus iras fulminante­s contra las frases del entrevista­do.

Es mucha la fuerza de Salvados, por eso mismo, si renuncia a tratar de extraer la verdad con paciencia y honestidad y cede a complacer a los ávidos de ver la vida en blanco y negro, puede entrar en un juego potencialm­ente peligroso: vivimos tiempos duros en que se confunde fácilmente sed de justicia con sed de venganza, y persecució­n de la verdad con linchamien­to al primero dispuesto a dar la cara. Yo es que a los linchamien­tos les tengo especial manía. Y ahora más, porque ya no se hacen a cara descubiert­a (como en Escenas de caza en la Baja Baviera o como sucedió con la Pantoja), sino que se ocultan tras pintoresca­s identidade­s virtuales en la red… Y no hace falta ser culpable de nada para que sólo con imaginar que @metomaspor­idiota pueda dedicarse a impartir justicia se te pongan los pelos como escarpias.

‘Salvados’ trabaja con las peligrosas herramient­as del periodismo de impacto: corto, pego y extraigo un producto atractivo

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