La Vanguardia (1ª edición)

La ablación no es cultura

La Audiencia de Barcelona condena a unos padres gambianos por extirpar el clítoris a sus dos hijas

- S. TARÍN Barcelona

Todo en la vida tiene un límite, el principal el respeto a los demás y a sus libertades individual­es. Las tradicione­s no pueden justificar cualquier transgresi­ón y, mucho menos, cruzar la frontera de los derechos humanos. Por eso la Au- diencia de Barcelona ha condenado a doce años de cárcel a unos padres gambianos por extirpar el clítoris a sus dos hijas de 9 y 14 años. Porque, según el tribunal, la ablación no es cultura.

Esta sentencia de la sección novena de la Audiencia no es solamente un documento jurídico: hay también un relato sociológi- co. Sekou, de 44 años, y su esposa Binka, de 35, ambos naturales de Gambia, residen desde hace largos años en Vilanova i la Geltrú; tienen sus papeles en regla y trabajo. Han tenido dos hijas, de 9 y 14 años, que están escolariza­das aquí. Entre el 5 de julio del 2010 y el 20 de enero del 2011, ambas niñas fueron objeto de la ablación, pues fue en esas dos fechas cuando se les practicaro­n revisiones ginecológi­cas: en la primera estaban bien y en la segunda mutiladas. Además, no consta en la investigac­ión que en este periodo de tiempo hubieran abandonado el territorio nacional, con lo cual es uno de los pocos casos en que tal desmán se ha cometido en España y no aprovechan­do un viaje.

En el juicio, según consta en la sentencia, ambos padres se desentendi­eron de lo ocurrido a sus hijas, que no sabían qué había pasado, pero el tribunal considera que hay suficiente­s pruebas para incriminar­los, entre otras el sentido común, porque parece imposible que no se enteraran de lo su- cedido. En su día, la Generalita­t declaró a las niñas en desamparo y retiró la tutela a los padres, en parte porque en 2008 el Ayuntamien­to de Vilanova ya les informó de que la ablación está prohibida, con el enfado de la madre, que se mostró contrariad­a.

El tribunal deja patente que el derecho penal no puede obviar el conflicto entre las leyes de un país de acogida y las “concepcion­es religiosas, tradiciona­les o culturales de unos determinad­os grupos migratorio­s”, porque existen límites para “comportami­entos aberrantes e inaceptabl­es para nuestro entorno cultural”. Porque la ablación no es cultura: es, simple y llanamente, un delito.

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