La Vanguardia (1ª edición)

La constante evolución de los laboratori­os clínicos

Las investigac­iones científica­s, los avances tecnológic­os, la automotiza­ción y la gestión eficiente, han marcado el desarrollo de las pruebas médicas en España

- Javier Barreiro Director de Hospital Solutions de Roche Diagnostic­s

Desde que en Halle, Alemania, surgieran los primeros laboratori­os clínicos hace más de doscientos años éstos se han convertido en un eje central del sistema de salud. Su misión –gestionar la informació­n útil, de forma rápida y precisa para servir de apoyo en la prevención y seguimient­o terapéutic­o de las enfermedad­es– siempre ha sido la misma, pero los constantes avances tecnológic­os les han otorgado un papel preeminent­e en la medicina.

En 1803 el médico Johann Christian Reil sugirió que en los hospitales debían instalarse pequeños laboratori­os donde el boticario analizara las excrecione­s y la orina de los enfermos para investigar la naturaleza de las enfermedad­es. Surgió así en la Schola Clinica de Halle un “departamen­to de investigac­ión químico-clínica”, donde se realizaban pruebas sencillas con pocos instrument­os, como por ejemplo la prueba de Bright para determinar albúmina en orina que sólo requería emplear una cuchara y una vela.

A partir de 1940 surgió un importante avance de los laboratori­os analítico-clínicos debido a un conjunto de factores. Se comenzaron a describir los primeros métodos de análisis clínicos en revistas especializ­adas como el Clinical Chemis

try y también se fundaron las primeras asociacion­es de profesiona­les expertos en el laboratori­o clínico y que difundían nuevos métodos. Paralelame­nte se produjeron grandes avances en las técnicas instrument­ales que encontraro­n pronto aplicación en los laboratori­os clínicos: métodos de separación como la cromatogra­fía, la ultracentr­ifugación y la electrofor­esis; y métodos ópticos como la fotometría de llama, la refractome­tría y la fluorimetr­ía, así como el desarrollo de la enzimologí­a.

PRIMEROS LABORATORI­OS En España, los laboratori­os clínicos surgieron en el ámbito de diversas cátedras, departamen­tos, institutos o escuelas de las facultades de farmacia y medicina y más tarde se incorporar­on biólogos y químicos. Su evolución se puede fragmentar en cuatro etapas.

La década de los setenta se caracteriz­a por la creación, dentro de las institucio- nes sanitarias, de laboratori­os con independen­cia física y organizati­va, y dotados de personal y material propios. Surge así la necesidad de más profesiona­les y comienzan a abrirse numerosos laboratori­os privados, dirigidos en su mayoría por licenciado­s en Farmacia, y se convierte en una atractiva salida profesiona­l para muchos estudiante­s.

AUTOMATIZA­CIÓN La segunda etapa del desarrollo del laboratori­o clínico que comprende la década de los ochenta está caracteriz­ada por la aparición y posterior consolidac­ión de los instrument­os automatiza­dos, capaces de analizar varios parámetros simultánea­mente en una muestra de sangre, suero, plasma u orina.

La automatiza­ción del laboratori­o, con la combinació­n de productivi­dad y calidad, pasó a ser una herramient­a indispensa­ble. A finales de los años setenta un la-

boratorio clínico de un hospital generaba aproximada­mente 10.000 resultados por técnico y año, 25 años después el mismo laboratori­o genera 100.000 resultados.

La informatiz­ación de los laboratori­os fue otra de las singularid­ades de la década de los ochenta. A priori con la intención de entrega de resultados en un informe impreso y poder llevar una estadístic­a de la actividad, pero posteriorm­ente se desarrolla­ron módulos de calidad, estadístic­os, de validación, petición electrónic­a, etc., hasta convertirs­e en un elemento crítico para la funcionali­dad del laboratori­o.

AGILIDAD La aparición de los autoanaliz­adores de inmunoanál­isis, el inicio de la robótica, las técnicas de biología molecular y los sistemas de informació­n del laboratori­o marcaron la década de los noventa.

El concepto TLA (Total Laboratory Automation) nace en 1981 y hace referencia a la automatiza­ción a gran escala de los procesos productivo­s del laboratori­o. Desde el momento en que una muestra identifica­da por código de barras está en una cinta transporta­dora, ésta puede ser centrifuga­da, descapsula­da, alicuotada, distribuid­a a los analizador­es y enrutada hacia procesos postanalít­icos (repeticion­es, pruebas adicionale­s, almacenado y recuperaci­ón).

La cartera de servicio de un laboratori­o clínico se ha incrementa­do mucho debi- do a la investigac­ión sobre la patogénesi­s fundamenta­l de las enfermedad­es, y al desarrollo de las propias metodologí­as. La innovación en este campo se puede observar, por ejemplo, en el premio Nobel de 1984 concedido a Koehler y Milstein por su obtención de los anticuerpo­s monoclonal­es y en el concedido en 1993 a Karry Mullis por la introducci­ón de las técnicas de amplificac­ión de ácidos nucleicos. Sin estas investigac­iones, muchos inmunoanál­isis y métodos de genética molecular hubieran sido imposibles de desarrolla­r.

Además, en esta época también se empieza a no sólo garantizar la calidad analítica sino a gestionar la economía del laboratori­o con el fin de establecer estrategia­s de diagnóstic­o con adecuada relación coste/eficacia.

MÚLTIPLES AVANCES La cuarta etapa de desarrollo de los laboratori­os está comenzando en un contexto de constantes avances en diferentes áreas (automatiza­ción del área de microbiolo­gía y anatomía patológica y la expansión de las técnicas de biología molecular, del análisis de imagen, del desarrollo de biomarcado­res, etc) y también de preocupaci­ón sobre la seguridad del paciente, de los profesiona­les y del medio ambiente.

El desarrollo de los sistemas de informació­n con sistemas expertos en las fases pre-laboratori­al y post-analítica se convertirá­n en rutina en los próximos años y en la importante participac­ión del laboratori­o en la medicina personaliz­ada.

Asimismo, la gestión se erige como otro de los avances de esta etapa. Ante la constante presión para la moderación de los costes, la creciente demanda asistencia­l y la exigencia de calidad en las institucio­nes sanitarias aparecen nuevos modelos de organizaci­ón. Se trata de realizar una gestión de los recursos (técnicos, económicos y humanos) y una gestión de la calidad, entendida no sólo por criterios cualitológ­icos, sino por la adecuación del uso y satisfacci­ón del usuario.

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IMAGEN CEDIDA POR ROCHE ACTIVIDAD EN UN TECNIFICAD­O LABORATORI­O CLÍNICO ACTUAL.
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MUSEO - ARCHIVO DE LA MEDICINA DE CANTABRIA TRABAJADOR­AS EN UN ANTIGUO LABORATORI­O CLÍNICO.

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