Colón y la publicidad
LA colocación de una camiseta gigante del Futbol Club Barcelona en el monumento a Cristóbal Colón del final de la Rambla ha abierto un interesante debate sobre los límites del uso de la publicidad en el espacio público. Los lectores de la edición digital de La Vanguardia se mostraban anoche divididos ante la pregunta de si están a favor o en contra, como lo están también buena parte de las personas que han opinado en público al respecto. El Ayuntamiento alega para justificar la autorización que la acción promociona la ciudad en el mundo y que percibirá de la empresa Nike por ceder la publicidad en la estatua durante tres semanas 113.861 euros, IVA incluido, cantidad que será destinada a obras sociales en Ciutat Vella. Los seguidores del Espanyol han protestado por entender que vulnera la normativa y es un privilegio para el equipo rival de la ciudad. Pero la polémica va mucho más allá de la rivalidad deportiva y se incardina en un viejo debate sobre el tratamiento de los
iconos de la ciudad y si se pueden comercializar aunque sea disfrazándolos o caricaturizándolos. Es cierto que edificios emblemáticos como la catedral, por ejemplo, han pasado largas temporadas con una superlona publicitaria en la fachada. ¿Pero es lo mismo? ¿Qué pasaría si el Espanyol quisiera poner su camiseta, por ejemplo, en la estatua de Rafael Casanova? ¿O lo hiciera La Caixa, Estrella Damm, El Corte Inglés o Renfe? ¿La crisis económica de los municipios debe hacer más laxos los principios que había hasta la fecha? París ubicó una publicidad luminosa de Citroën en la torre Eiffel en los años veinte del siglo pasado y muchas otras ciudades han seguido el ejemplo. ¿Qué debe hacer Barcelona?