El SPD cumple 150 años
Hollande elogia el recorte social alemán en el aniversario de la fundación de la socialdemocracia, celebrado en Leipzig
Un abuelo alemán enfermo cumplió ayer 150 años: el Partido Socialdemócrata (SPD), el más veterano de una familia europea aquejada toda ella de una grave enfermedad. El aniversario, celebrado en Leipzig, reunió a 1.600 invitados, entre ellos diez jefes de Estado, decenas de ministros y altos funcionarios europeos, pero a muy pocos sindicalistas y activistas civiles comprometidos con la transformación social. Una fiesta que combinó Bach con breakdance.
El invitado extranjero más notable, el presidente francés, François Hollande, elogió por primera vez como “medida valiente” adoptada en “momentos difíciles” la involución sociolaboral que el SPD impuso en el 2003. Aquello se cobró una abultada
factura: después de ese año, el SPD perdió casi el 40% de sus afiliados y en las últimas elecciones cosechó el peor resultado de su historia, un 23%, que en septiembre podría repetir o agravar. Hollande sigue una senda parecida.
“Progreso significa tomar decisiones valientes en momentos difíciles para preservar el empleo y anticiparse a las mutaciones industriales, eso es lo que hizo Gerhard Schröder en Alemania, lo que permite a vuestro país ir por delante de otros”, dijo el presidente francés, que no contenta ni a izquierda ni a derecha y ha sido incapaz de formular una alternativa europea a Angela Merkel.
La lista de la debacle impresiona. En Italia, el PSI se disolvió en 1994. En España, el PSOE obtuvo en el 2011 el peor resultado de su historia. En el Reino Unido, el Labour cosechó los resultados más malos desde 1931. En Grecia, fue en el 2012. En Holanda, en el 2002. En Suecia, en el 2006 y en Austria, en el 2008. Debilidad también en Holanda, Dinamarca y Finlandia. El cuadro es general en esta familia que llegó a gobernar 11 de los 15 países de la UE.
El motivo general de la caída es, con diversos matices y circunstancias, el mismo: veinte o treinta años, según los países, cogobernando el ajuste neoliberal,
La fiesta reunió a diez jefes de Estado y decenas de ministros, pero pocos activistas y sindicalistas
comulgando con recetas elitistas que conducen a una mayor desigualdad, rebaja fiscal para los ricos, más privatización y cero heterodoxia en política exterior. Todo eso ha convertido a la socialdemocracia en una especie de ala izquierda de un virtual Partido Neoliberal Unificado Europeo. El excanciller Schröder lo reconoció en 1998 cuando dijo: “No hacemos nada diferente, pero lo hacemos mejor”.
Con un presente y un futuro difíciles, los socialdemócratas alemanes triunfaron en el pasado. Los fracasos del comunismo en el siglo XX, el siglo en el que la izquierda perdió la inocencia al demostrarse capaz de los crímenes más abyectos, realzaron y rehabilitaron parcialmente la moderación, el evolucionismo y la traición de la socialdemocracia.
“A veces cometimos errores y nos equivocamos, pero nunca hicimos cosas vergonzosas que nos hicieran cambiar de nombre”, dijo ayer en su discurso el presidente del SPD, Sigmar Gabriel, en una afilada referencia directa al movimiento comunista. No dijo que la alternativa socialdemócrata, la pacífica reforma del capitalismo perseguida por Eduard Bernstein, también concluyó en un desastre, el de las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
El SPD ha sido el partido más nacional de la socialdemocracia europea. En el país de las revoluciones fallidas y de las reformas desde arriba, como las leyes de Bismarck, que impulsaron a partir de 1883 el seguro de enfermedad obligatorio, el de accidente de trabajo y el de invalidez y vejez, no es el partido el que conquista el Estado, sino el Estado el que conquista al partido.
En el origen del SPD hay dos figuras fundacionales muy diferentes: Ferdinand Lassalle y el más radical, August Bebel. Ambos se fusionan en 1875, pero el SPD elige significativamente como origen 1863, cuando Lassalle creó su Unión General de Trabajadores Alemanes. Lassalle era un evolucionista que aspiraba a la conquista del Estado, no por la revolución sino por las urnas. El propio año elegido para el aniversario –el de Lassalle– ya contiene un guiño histórico.