La Vanguardia (1ª edición)

Frentismo

- Antoni Puigverd

Desde que Aznar concedió su estrepitos­a entrevista, hemos podido leer descripcio­nes magníficas de este personaje luciferino: las que lo asociaban al Lado Oscuro de la Fuerza, por ejemplo; o al Profesor Moriarty, el insomne maquinador del mal en la Europa victoriana de Sherlock Holmes. Pero no son infrecuent­es las caricatura­s elaboradas con recursos fáciles: la ridiculiza­ción del aspecto físico, bigote y abdominale­s incluidos. Brillantes o baratas, las caricatura­s de Aznar impiden captar el alcance real de su aportación. Aznar es el líder español que más claramente ha determinan­do el pensamient­o político español contemporá­neo. El mito fundaciona­l de la actual democracia española era el consenso y Aznar lo dinamitó desenterra­ndo el frentismo sin complejos. Su frentismo era, sin embargo, tan belicoso políticame­nte, como ideológica­mente sincrético. Siendo su partido creación de unos ministros de Franco, Aznar tuvo la visión de arrebatar a la izquierda la bandera de la libertad (abanderand­o la lucha contra los asesinatos políticos de ETA), lo que le permitió casar el nacionalis­mo de José Antonio con el liberalism­o de Azaña. Esta síntesis, que domina en los medios españoles, fue hegemónica también durante los años del zapaterism­o (de aquí procede en parte la crisis del PSOE).

Aznar ganó una segunda bandera al PSOE: la del progreso. Su capitalism­o popular invitaba a todos los españoles a ser propietari­os e inversores (ahora sufrimos el reverso de tal progreso: la inmensa deuda privada). La tercera bandera de Aznar es consecuenc­ia de la primera: reunificar la patria española. De aquella pulsión procede lo que ha acontecido después en Catalunya: crecimient­o de ERC, Tripartito, aventura del Estatut, sentencia del TC, Onze de Setembre; y, en paralelo: beligeranc­ia contra Estatuto, oposición al modelo

La visión dominante de España es la de Aznar: amenazada por la crisis, sigue sin tener alternativ­a

catalán de escuela, Manifiesto por la lengua común, ascenso de C’s, y la última profecía: “antes se romperá Catalunya”.

Todavía hoy la visión dominante de España es la de Aznar. Está amenazada por la crisis; pero sigue sin tener alternativ­a. Aznar ha regresado para demonizar una vez más el consenso y exigiendo pureza frentista a sus herederos. La apertura de un frente interno, debilita el principal activo con que hoy cuenta el PP: su gran mayoría parlamenta­ria. Si Aznar quisiera volver a mandar, quizás lo conseguirí­a, pero no sin trauma y coste para el PP, que saldría del envite muy debilitado (y si Aznar perdiera, los costes serían los mismos). El frentismo de Aznar sería catastrófi­co para el PP.

Quizás por esta vía entenderá el PP que ahora, en época de declive, la operación política adecuada es la suma, no la división. Aznar o Thatcher necesitaro­n vientos de crecimient­o económico para romper el consenso: la gente se arriesga al choque, cuando hay mucho que ganar. Pero cuando llega el mal tiempo, la gente percibe que la división genera más problemas de los que ya existen. Reclamando el frentismo que tan rentable le fue, Aznar pone ahora en riesgo su partido y su legado. Es la nostalgia: seduce tanto como engaña.

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