“Algo hemos debido de hacer mal”
“Algo debimos hacer mal”, dijo Alberto Ruiz Gallardón y hubo silencio en la platea del XV congreso del Partido Popular. 1 de octubre del 2004. Aún no había transcurrido medio año de las dramáticas elecciones generales de marzo. El centro derecha en el dique seco y José Luis Rodríguez Zapatero en el palacio de la Moncloa, con más mercadotecnia que programa. La economía seguía creciendo por encima del 3%, España iba como una moto (acumulando un déficit exterior colosal) y Zetapé escuchaba cada mañana las arengas de la Cope con una sonrisa de satisfacción. La derecha se estaba recluyendo en el interior de su caricatura. El presidente alzaba la ceja y la tortilla daba la vuelta.
En Madrid aún había un halo de tristeza. Una extraña normalidad. El nuevo Gobierno enviaba guardias civiles a Haití para compensar la retirada de Iraq y los spin doctors de la Moncloa empezaban a descubrir que la sociedad catalana se había tomado en serio las promesas zapateristasmaragallistas. ¡Glups!
El principal cometido del XV congreso del PP era formalizar la sustitución de José María Aznar por Mariano Rajoy y el de Pontevedra le pidió al alcalde de Madrid un buen discurso inaugural. (Tratándose de Ruiz Gallardón, el hombre de la derecha con mejor buena prensa en la izquierda, no hacía falta decir nada más). El alcalde reunió a sus asesores –en el Ayuntamiento tenía una buena factoría– y ante el auditorio del palacio de Congresos de Madrid esbozó el primer mensaje autocrítico del PP desde el día en que estallaron los trenes en las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo del Tío Raimundo. Estas fueron sus palabras: “Algo, reconozcámoslo, hemos debido de hacer mal. A estas alturas no es descubrir ningún secreto que ese error ha podido consistir en un exceso de optimismo; quizá olvidamos que tan importante es la naturaleza de nuestro proyecto como el modo de transmitirlo”. Tres días después, Alberto RuizGallardón pasaba a formar parte del nuevo comité ejecutivo del Partido Popular
Esperanza Aguirre, atónita, quería fulminarle con la mirada. Los almuecines de la Cope se subieron a lo alto del minarete y le motejaron: “¡ Ambiciones; ha hablado Ambiciones!”. José María Aznar montó en cólera.
El presidente saliente clausuró el congreso con un discurso muy
Gallardón completa su parábola; hace diez años se alejó de Aznar; ahora quiere seducir a los aznaristas
duro: “Fueron otros los que mintieron, engañaron, manipularon y forzaron la voluntad popular. No os dejéis engañar, los que tenemos la razón somos nosotros”.
2013. Ruiz-Gallardón vuelve a pensar que “algo hemos debido de hacer mal” y aconseja escuchar la bronca de Aznar, sin abjurar de Rajoy. Alfil inquieto, lleva meses intentando recongraciarse con la derecha de la derecha. Le puede tanto el instinto que esta vez ha pasado por alto el primer consejo del cardenal Mazarino–más maquiavélico que Maquiavelo– en su Breviario de los Políticos: “Simula y disimula”.