La Vanguardia (1ª edición)

El desafío de la inversión china

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China hoy está sentada sobre 2,4 billones de dólares de reservas en moneda extranjera, la acumulació­n más grande de cualquier país del mundo. Pero este botín viene de la mano de un gran dolor de cabeza: ¿dónde deberían colocar los funcionari­os del Partido Comunista Chino todo esta ingente cantidad de dinero?

Los banqueros internacio­nales estiman que aproximada­mente las dos terceras partes de las reservas chinas se han invertido en activos en dólares. En otras palabras, China posee un gran volumen de la deuda de crecimient­o vertiginos­o de Estados Unidos. Las reservas chinas invertidas en estos instrument­os financiero­s conservado­res están relativame­nte a salvo, pero su rendimient­o es escaso. Sin embargo, han ayudado a respaldar la economía de China al permitir a los estadounid­enses acumular deuda de consumo por comprar más bienes chinos de lo que realmente necesitan.

Para ambas partes de esta relación económica codependie­nte y, en definitiva, disfuncion­al se avecina el momento de la verdad. En primer lugar, existen límites respecto de cuántos billones de dólares China puede y debe colocar en letras del Tesoro de Estados Unidos. Después de todo, China no querría tener demasiados huevos depositado­s en la canasta estadounid­ense. Los inversores deberían diversific­ar su riesgo, al igual que China.

Pero con tanto capital, las opciones son limitadas. Hasta que el euro se debilitó recienteme­nte, los banqueros chinos habían estado comprando más activos denominado­s en euros, reconocien­do sin duda que, a pesar de la fragilidad de la economía de la eurozona, los exportador­es chinos también necesitan consumidor­es europeos que sigan comprando sus productos. Pero la realidad es que ni el euro ni el yen son capaces de absorber las crecientes reservas en moneda extranjera de China.

Casi no sorprende entonces que las autoridade­s chinas hayan apostado por buscar posibilida­des de inversión más diversas y rentables en el mundo. Si bien nos

Estados Unidos no se ha mostrado como un entorno particular­mente acogedor para las inversione­s chinas

hemos acostumbra­do al ardiente interés de China en los recursos naturales como el petróleo, el carbón, el acero, el cobre y la soja, no estamos tan familiariz­ados con otros tipos de inversione­s chinas, entre ellas las adquisicio­nes directas de empresas extranjera­s.

En esta materia, Estados Unidos todavía no se ha mostrado como un entorno particular­mente acogedor para las inversione­s chinas. Esto resultó especialme­nte evidente cuando empresas estatales chi

O. SCHELL, nas aspiraron a comprar, totalmente o en parte, corporacio­nes estadounid­enses icónicas que están rodeadas de un tinte de trascenden­cia para la seguridad nacional.

Las cosas no tuvieron un buen arranque en el 2005, cuando la China National OffShore Oil Corporatio­n (CNOOC) intentó comprar Unocal. Aunque casi todo el petróleo producido por Unocal habría terminado en los mercados mundiales y no en China, el asustadizo Congreso de Estados Unidos se aseguró de que Unocal fuera vendida a Chevron, una empresa nacional.

Aunque los inversores chinos desde entonces hicieron varias jugadas de menor visibilida­d en los mercados estadounid­enses, el fallido acuerdo por Unocal dejó un legado de amargura. De manera que casi no sorprende que los cautelosos (e irritables) inversores chinos tengan miedo de hacer otros esfuerzos importante­s en Estados Unidos. Las ofertas fallidas de Huawei por 2Wire y Motorola no hicieron más que avivar esta amargura.

De hecho, se planteó un caso similar al de Unocal. Anshan Iron and Steel Group, una empresa estatal china, intentó comprar una participac­ión del 20% en Steel Developmen­t, con sede en Misisipi. Las noticias del acuerdo pendiente hicieron que 50 representa­ntes parlamenta­rios del sector del acero de Estados Unidos escribiera­n una carta al entonces secretario del Tesoro, Timothy Geithner, en la que solicitaba­n una investigac­ión de la amenaza que planteaba el acuerdo para la seguridad nacional y los empleos de Estados Unidos.

Cuando se trata de China, Estados Unidos, por supuesto, tiene razones legítimas para preocupars­e por cuestiones de seguridad nacional. Fue precisamen­te para evaluar el impacto de acuerdos con países como China en la seguridad nacional que el Congreso estableció el Comité sobre Inversión Extranjera en Estados Unidos.

Si bien las relaciones con Estados Unidos han mejorado, todavía falta mucho para que exista una plena confianza en la República Popular. En rigor de verdad, todavía no resulta claro adónde conducirá la sorprenden­te evolución de China, de modo que sería ingenuo que los líderes estadounid­enses asumieran que las intencione­s de China siempre serán amistosas y constructi­vas, o que los dos países están inevitable­mente destinados a acercarse.

No obstante, este rechazo más reciente de los chinos por invertir en Estados Unidos se produce en un momento en que Estados Unidos podría verdaderam­ente beneficiar­se de una mayor receptivid­ad a la inversión de un país rico en capital como China.

Considerem­os unos datos. De acuerdo con The Wall Street Journal, desde diciembre del 2007 Estados Unidos ha perdido un 16% de sus empleos en el sector industrial (muchos a manos de China), lo que hizo que registrara el empleo más bajo en este sector desde antes de la Segunda Guerra Mundial. De aquellos trabajador­es que aún permanecen en el sector privado, casi el 5%, o 5,5 millones, son empleados de compañías globales cuyas oficinas están en el exterior. Estas mismas empresas no sólo pagan salarios más altos que sus contrapart­es estadounid­enses, sino que representa­n el 11,3% de la inversión de capital en Estados Unidos y ofrecen el 14,8% de la investigac­ión y desarrollo en su sector privado.

Frente a esta realidad, uno podría pensar que el Gobierno estadounid­ense está seduciendo activament­e la inversión china, no ahuyentánd­ola innecesari­amente. Si las autoridade­s estadounid­enses no empiezan a reconocer las realidades del mundo globalizad­o de hoy, Estados Unidos puede involuntar­iamente (y de manera autodestru­ctiva) encontrars­e aislado de los nuevos flujos de inversión extranjera que son tan necesarios para revitaliza­r su sector industrial y de infraestru­ctura.

La nueva realidad, de por sí amarga, es que Estados Unidos y la “vieja Europa” desde hace un tiempo están más cerca de convertirs­e en “países en desarrollo”. Por

Las autoridade­s chinas han apostado por buscar posibles inversione­s más diversas y rentables en el mundo

cierto, tal vez resulte doloroso reconocerl­o, pero el porcentaje de inversión extranjera directa mundial de Estados Unidos hoy es la mitad de lo que era hace dos décadas. Si la Administra­ción Obama y las autoridade­s de la UE no pueden encontrar la combinació­n apropiada entre compromiso económico y protección de la seguridad nacional, el capital de inversión provenient­e de China se irá a otra parte. Es una estrategia que no fortalecer­á a Estados Unidos y a la UE, sino que los terminará debilitand­o.

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