La revolución silenciosa
La apuesta de los mayores por vivir solos y dirigir su destino se convierte en motor de modernización social
HCRISTINA SEN
Barcelona
ablar de las personas mayores que viven solas no es nuevo; lo novedoso es cambiar el enfoque y mirar más allá de los estereotipos. El paulatino incremento de los hogares unipersonales en Catalunya y España se vincula a la modernización social y se encuadra en una tendencia de la población joven y adulta. Pero hay que situar a los más mayores en el eje de esta modernización, porque su progresiva apuesta por vivir solos responde sobre todo a la decisión de “gestionar su destino y evitar delegar en nadie la determinación del cómo vivir”. Los mayores empujan también los cambios generales.
Así lo analiza Juan López Doblas, profesor de Sociología de la Universidad de Granada, quien subraya que la expansión de la vida en solitario se debe al reclamo de autonomía. Hay que enterrar por tanto la idea que vincula la vida en solitario con crisis familiar y entender que se trata de una revolución silenciosa de los mayores que impacta en toda la sociedad y en la que se pone en primer lugar el valor de la independencia y la libertad. Doblas desarrolla su tesis en un reciente artículo en la Revista Internacional de Sociología (RIS), y en conversación con este diario señala que esta revolución es poco visible debido a los muchos prejuicios que existen con la edad, prejuicios que llevan a vincular esta etapa de la vida principalmente con la soledad o la falta de expectativas.
El marco de análisis en que se basa es el de las personas –muchas mujeres– que han enviudado y que, por tanto, se enfrentan a un momento difícil y de cambios. La posibilidad de elegir por sí mismas su destino (entendiendo que se goza de buena salud) se convierte en un elemento fundamental que llega de la mano de la individualización, “un proceso social de gran calado en la era contemporánea”, señala Doblas. La viudez se concibe así definitivamente como una etapa más de la vida dotada de contenido, y los que optan por vivir solos reflejan “esta modernidad en la que se exige cada vez más una gestión autoguiada de la propia vida”. Es un desafío estimulante, aunque tenga también sus partes difíciles.
Rodeada de campos y árboles, y, sobre todo, de lo que ha dado y da sentido a su trayectoria, vive Terry Broch (véase información superior). Su apuesta por la libertad es contundente por el marco físico en el que la desarrolla y por la convicción con la que la asume ejemplificando esta revolución silenciosa. “Se puede ser libre y tener 85 años –subraya Terry Broch–. Aquí está mi casa y esto, el propio hogar, tiene mucha importancia, conocer todos los rincones, que están llenos de vida”. Su pareja, el artista Carles Fontserè, murió hace seis años, y asegura que sólo se puede compartir el hogar si existe una profunda intimidad y complicidad.
Esta revolución silenciosa ha ido cociéndose a lo largo de años, y tiene también unos elementos concretos que la han empujado, sobre todo la independencia económica que tiene este colectivo gracias al sistema público de pensiones. Pueden seguir en su hogar –otro elemento fundamental a la hora de optar por la independencia– y organizarse como quieren. Esto no supone, según Doblas, una pérdida en los lazos familiares intergeneracionales, sino una “intimidad a distancia”.
Pero como se señalaba, la modernidad, la destradicionalización, tiene sus aspectos más duros, y uno de ellos es la incertidumbre, sobre todo la incertidumbre sobre lo que sucederá el día que se pierda la salud. También está el peso de la soledad, que depende del entorno familiar y de amistades, pero que en este contexto de autogestión de la vida se prefiere a la pérdida de libertad que supone, por ejemplo, ingresar en una residencia (véase información adjunta).
En la apuesta cada vez mayor por la libertad radica la modernidad, un signo, señala Mercè Pérez Salanova, psicóloga y profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona, que ayuda a romper la idea de que antes los mayores estaban mejor. “La vida indepen
diente da relaciones familiares más equilibradas, pero no nos podemos quedar –subraya– en una imagen estática de la modernidad”. El valor central es la independencia, pero en esta imagen que se mueve y que se encadena con el futuro hay que hablar también de la interdependencia. El progresivo alargamiento de la vida, dice, obliga a encontrar nuevos esquemas de relación.
Se lanza así un debate en el que aún no hay conclusiones cerradas o más bien necesita de nuevas preguntas y nuevas respuestas: “No hemos de vivir juntos; el apoyo familiar no tiene por qué pasar por aquí, pero ¿cómo nos podemos organizar?”. La independencia es un valor central, señala, pero también lo es la interdependencia y tener siempre en cuenta que cada persona es diferente, que las percepciones y necesidades pueden cambiar, Hay que entrar en lo que Salanova denomina el “pensamiento secreto” de cada uno.
La evolución de la capacidad adquisitiva de este colectivo es determinante en este cambio en las formas de vida, aunque la crisis está cambiando algunas (o muchas) organizaciones familiares, y no precisamente a causa de los mayores. El profesor Doblas señala que se perciben variaciones, pero aún es pronto para saber cómo afecta el decaimiento económico a la paulatina apuesta de los más mayores por definir su vida . “La gente puede elegir vivir sola, pero lo que no puedes elegir es que un hijo tuyo vuelva a casa”, señala.
Pero si la elección se mantiene en sus manos, la apuesta por envejecer en casa es la opción preferida, entendiendo que esto supone la tutela del propio destino y la libertad. Es la tendencia predominante entre las mujeres a la que van incorporándose los hombres. Un cambio que se ha cocido en silencio, aunque en España la media está aún por debajo de la de los principales países europeos.