Bruselas aparca el plan de prohibir las aceiteras en hostelería en el 2014
Bruselas. Corresponsal
La Europa que cocina con mantequilla o manteca de cerdo se ha convertido en la salvadora de las aceiteras que se ofrecen en las mesas de todos restaurantes de los países del sur –y, al norte, sólo en locales de postín–, por razones que poco tienen que ver con la gastronomía o la salud.
Estos humildes envases tenían los días contados desde que la Comisión Europea propuso, en julio del año pasado, un plan para promocionar los productos agrícolas de calidad que incluía la prohibición del uso de botellas rellenables de aceite de oliva virgen en bares y restaurantes. Hasta ayer Bruselas argumentaba que esta es una buena forma de evitar fraudes al consumidor, que en adelante se encontraría siempre con envases sellados (botellas o monodosis) y claramente etiquetados, tal como ya ocurre en Portugal desde el 2005.
La propuesta sorprendió a los consumidores del sur, divididos sobre sus ventajas y desventajas... Agradó, y mucho, a los productores de aceite de oliva (la Federació de Cooperatives Agràries de Catalunya, por ejemplo, aplaudió la iniciativa), que veían así satisfecha una vieja aspiración. Pero la idea cayó como un jarro de agua fría en las opiniones públicas del Reino Unido, Holanda y, en menor medida, Alemania.
“¿A esto se dedica Bruselas?”, rugían sus políticos y medios de comunicación cuando se supo que la medida entraría en vigor en enero del 2014. Aunque el pasado viernes el comité de expertos agrícolas no alcanzó la mayoría necesaria para aprobarla (España y otros 14 países votaron a favor), la decisión final quedó en manos de la Comisión Europea, que anunció que la ratificaría.
En pocos días, las aceiteras se convirtieron en el símbolo de todos los pecados de la UE entre la opinión pública británica, en un momento de máximo euroescepticismo: su voracidad legislativa, su empeño por entrometerse en la vida privada de los ciudadanos, su gusto por la burocracia inútil... “Es exactamente el tipo de cosas que Europa ni siquiera debería estar discutiendo, que ni debería estar encima de la mesa, si me permiten forzar el juego de palabras”, declaró el miércoles el
La Comisión Europea da marcha atrás ante las quejas del norte, que veía la medida como una intromisión
primer ministro David Cameron.
El asunto se debatió esta semana en el Parlamento de Holanda y surgió en la reunión que el miércoles mantuvo su primer ministro, Mark Rutte, con José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea. Para La Haya, esta polémica es ilustrativa de la problemática aplicación del principio de subsidiariedad en la UE y, a su juicio, debería traducirse en que son los gobiernos –y no Bruselas– quien decide si las aceiteras son legales o no.
El cariz político que había cobrado el tema aconsejó a Barroso dar marcha atrás, y ayer el comisario de Agricultura, Dacian Ciolos, anunció con aire lacónico que la iniciativa quedaba aparcada al no contar con suficiente apoyo entre los consumidores a los que quería proteger. “He estado atento” a las reacciones, apuntó para transmitir el esperado mensaje de que Bruselas escucha. Pero, ¿a quién? Desde la Eurocámara se le acusó de atender sólo a los “oportunistas ataques” del norte y de “trivializar” la cuestión de la calidad del aceite “como se entiende en el Mediterráneo”. Para los productores la decisión es “absurda”.