La Vanguardia (1ª edición)

Una relación lésbica seduce en el festival

Adèle Exarchopou­los y Léa Seydoux, mujer contra mujer en la cita de Cannes

- Cannes Enviado especial SALVADOR LLOPART

Los astrónomos hablan del nacimiento de una estrella como de uno de los momentos más hermosos del universo. Cuando una vieja estrella colapsa por su propio peso y de los restos nace, si las condicione­s son adecuadas, una supernova: una estrella más grande y brillante, más luminosa, hecha del polvo de las estrellas que la han precedido…

Ayer en Cannes asistimos al nacimiento de una estrella. La nueva estrella tiene 19 años y un nombre sonoro: Adèle Exarchopou­los. Protagoniz­a La vie d'Adèle, de Abdellatif Kechiche, y es una estrella porque tiene el valor necesario para abrirse en canal ante la cámara y mostrar, además de su cuerpo, sus sentimient­os más secretos. Las escenas de sexo en el filme, en su sinceridad, dejarán atrás, por enfáticas, otras escenas de sexo famosas en el cine, como las de El último tango en París, sin ir más lejos.

Adèle, y su compañera de reparto, la conocida ( Malditos bastardos) Léa Seydoux, muestran lo que hasta ahora no se había mostrado, al menos de esta manera. El sexo entre dos mujeres desde un punto de vista

íntimo, sin falso erotismo. Adèle, junto con Léa, acaban con viejos prejuicios, y al hacerlo, Adèle brilla con luz propia.

La vie d'Adèle se inspira en una novela gráfica de Julie Maroh y tiene una duración de tres horas. Pero pasa como un suspiro. Es una historia de amor y desamor que habla sin tapujos de lesbianism­o. Es una película inesperada que se ha erigido en una de las favoritas para la Palma de Oro. Y Adèle, con ella, en una seria candidata a la mejor actriz.

La historia es sencilla: Adèle, a los 15 años, cuando empieza el relato, es un cría como otra cualquiera cuya vida cambia completame­nte cuando empieza a descubrir sus sentimient­os por Emma, una joven un poco mayor que ella. Con Emma (Léa), que lleva el pelo azul, descubre el deseo. Pierde la cabeza una y otra vez. Una historia de amor y desamor, contada con el ritmo adecuado para lo que es sutil sea sutil y lo que necesita tiempo, lo tenga. De ahí las tres horas.

También está la familia, a la que vemos en varias ocasiones reunida alrededor de la mesa, comiendo, como es habitual en las películas de Abdellatif Kechiche (Túnez, 1960).

¿Es La vie d'Adèle (la vida de Adele) la historia de Adèle Exarchopou­los? ¿Su propia historia? “No, no soy yo; pero tiene partes de mí. Actuar es eso ¿no? Creo que ella, Adèle, es integra y honesta, como a mí me gustaría ser. Pero creo que yo no soy tan sensible”, comentaba ayer Adèle. ¿Y cómo se puede interpreta­r el amor y el sexo con desarmante sinceridad? “Confiando en el director, llegando hasta donde el te pide y, luego, dejándote llevar por ti misma. Haciendo uso de tu libertad. No teníamos la sensación de estar siendo dirigidas”, contaron ambas.

Alexander Payne, el director de Nebraska tampoco dirige. “Crea una tela de araña de complicida­des”, explicó el veterano Bruce Dern, que llegó al festival acompañado de su hija Laura ( Jurassic Park). “Esa es la diferencia que te permite llegar siempre un poco más lejos”, comentó el actor.

Payne, director de Los descendien­tes (2011), ha rodado Nebraska en blanco y negro. Cuenta la historia de una tipo mayor, que en su locura, en su incipiente alzheimer, está convencido de que le ha tocado una especie de lotería (falsa), y decide ir del pueblucho en Montana, en donde vive, a Nebraska, a miles de kilómetros, a cobrar el premio.

Un viaje disparatad­o, en el que arrastra a su hijo, y después al resto de su familia, y que los lleva a todos a través de lo que queda de una América profunda y envejecida, falta de palabras. Una América miserable. Pero a la que que Payne, como siempre en sus películas, no abandona a su suerte.

La compresión y el cariño los salva a todos de ser tachados, ellos mismos, los personajes, de miserables. Le sienta bien el blanco y negro a esta Nebraska que remite al espíritu de Las uvas de la ira, pero como si fuera su envés, su lado oscuro y tenebroso. También premio.

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ERIC GAILLARD / REUTERS Adèle Exarchopou­los abraza a Léa Seydoux
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DOMINIQUE CHARRIAU / WIREIMAGE Bruce Dern, protagonis­ta de Nebraska, con su hija Laura Dern
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