Tame Impala arrasa con su pop psicodélico
Manel ofreció un solvente concierto de presentación de su nuevo álbum
Se había acabado la contundente descarga de los Savage en el escenario Pitchfork –uno de los preferidos de los hipsters más contumaces– y comenzaron a formarse riadas humanas en dirección a otro destino. La inmensa mayoría de ellos pasaron por detrás del escenario Ray-Ban y prosiguieron la maratoniana caminata hasta el espacio reservado a los cabezas realmente de cartel, el que patrocina la cervecera Heineken. Bueno, los miles de aficionados, ayer con una porción extranjera realmente destacable, se desplazaban de un concierto de una banda rabiosamente de moda en el circuito londinense, sanguínea en su planteamiento post-punk y formada por cuatro chicas que sin querer recuerdan a Siouxie and the Banshees, a otro protagonizado por una de las grandes atracciones del día: Tame Impala. Era una imagen que resumía el modus operandi de una parte sustancial del público asistente al Primavera, es decir, focalizado en buena medida en los hypes y en los ineludibles clásicos, y, en consecuencia, obviando una buena parte del resto de la programación, por desinterés.
Y en esta oleada humana desplazándose de una punta a otra del recinto del parque del Fòrum, sólo algunos se desviaban de la senda mayoritaria y se acercaban al fantástico escenario Ray-Ban (el mismo que anteayer acogió los principales conciertos gratuitos de la jornada inaugural) en donde a la misma hora tenía anunciada su presencia el cuarteto Manel.
El grupo barcelonés se enfrentaba a un concierto que no era sencillo. Era el primero oficial de su gira por espacios abiertos y festivales y era el primero posiblemente en que se enfrentaban a solas a un auditorio potencialmente tan grande y con alguna alternativa de indudable peso a la misma hora. Evidentemente, la adictiva fórmula popera de Tame Impala poco tiene que ver con el viraje rockero que el grupo catalán ha experimentado con su nuevo disco, pero lo que también fue constatable es que cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de Vés, bruixot! el público congregado ante ellos no llenaba ni por asomo la amplia explanada ante el escenario. Las gradas del fondo también ofrecían numerosos claros, aunque a medida que transcurrió la hora que duró el recital la asistencia fue densándose.Y eso que el concierto fue estupendo para el aficionado al que le guste la actual receta músico-escénica ofrecida por Guillem Gisbert, Martí Maymó, Roger Padilla y Arnau Vallvé. Una fórmula que apuesta por priorizar las canciones y dejar de lado otros aspectos como las locuciones de Gisbert, el aire de popfolk de toda la atmósfera y la concepción teatral del concierto. Ayer hubo un generoso repaso del nuevo álbum, Atletes, baixin de l’escenari (interpretaron diez cortes, entre ellos Ai, Yoko, Un directiu em va acomiadar o Teresa
Rampell, que cerró la función). Los que optaron por Tame Impala no quedaron defraudados. Aunque la afición se agolpó masivamente ante la inmensidad del escenario, la espléndida acústica y la visibilidad ofrecida por gigantescas pantallas permitieron degustar las armas de este quinteto que pareció tener la batalla ganada de antemano. Su psicodelia, sus obvios pero agradecidos ramalazos de rock progresivo, su no menos obvia querencia por los Flaming Lips, funcionan con eficacia, y su montaje audiovisual redondea una función que hace de los australianos uno de los must de las dos últimas temporadas. Fórmula musical en apariencia simple pero que, por lo visto ayer, aportan no ya placer sino felicidad y tranquilidad a sus innumerables seguidores. Y aún faltaban Postal Service y Animal Collective.