Fiscalidad responsable
El tirón de orejas del Senado norteamericano a Apple por su estrategia fiscal que le permite pagar menos impuestos en Estados Unidos, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la elusión fiscal. Es decir, las prácticas empresariales que se aprovechan de los huecos de la ley para pagar menos impuestos. En el caso de Apple, como sus beneficios en Estados Unidos tributan por encima del 30%, utiliza filiales en Irlanda sin empleados con ingresos por valor de 56.000 millones de euros. Esto le permite bajar exponencialmente su factura fiscal. La elusión fiscal es distinta de la evasión fiscal, que implica un incumplimiento legal y, por tanto, un fraude.
Esto también preocupa en Europa, y más ahora con los déficits públicos, recortes y subidas de impuestos. La UE calcula que entre la elusión y el fraude fiscal deja de recaudar cada año un billón de euros. En España, el impacto es de unos 90.000 millones de euros. Por tanto, estamos ante un tema relevante que si se solucionara podría evitar los recortes y las subidas de impuestos que están dificultando la salida de la crisis.
Para solucionar este problema se puede mejorar la legislación y la inspección. Esta semana, por ejemplo, se ha aprobado el intercambio automático de datos de ingresos entre los estados de la Unión Europea. También se han abierto negociaciones con Suiza, Mónaco, Andorra y San Marino para que se unan al acuerdo. Sin embargo, me temo que estas medidas servirán de poco mientras existan paraísos fiscales y la legislación no impida
El caso de Apple muestra que además de legislar mejor hay que insistir en la ética de las empresas
operar con ellos. Esta es una muralla que parece inexpugnable. Como muestra, podemos recordar que Sarkozy propuso en 2008 acabar con los paraísos fiscales, pero no se ha sabido más del tema. Merkel y Hollande acaban de acordar ir en la misma línea pero no olvidemos que hay en juego intereses particulares que están por encima de países y gobiernos.
Aunque no debemos dejar la vía de la mejora de la legislación, hay que insistir en la ética y la responsabilidad social. La ética implica operar de acuerdo con la ley pero también supone ir más allá y actuar como buen ciudadano. Esto supone buscar el equilibrio entre el beneficio económico y el impacto social de la empresa. Hoy ya no debería pretenderse, como se defendía hace algunos años, que la única responsabilidad de la empresa es cumplir la ley y maximizar el beneficio para sus accionistas. La responsabilidad social es algo más, ya que considera la contribución de la empresa a una mejor sociedad. Algunas multinacionales lo entienden así y están revisando sus estrategias fiscales agresivas. Quizás lo hacen más por presión social que por convicción, pero en cualquier caso es una vía complementaria a la mejora de las leyes que puede dar buenos resultados.