La Vanguardia (1ª edición)

‘Savage Coast’

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Todo el mundo sabe cómo acabó aquella guerra.” Así empieza la novela. El 18 de julio de 1936 un tren cruza la frontera francesa hacia Barcelona. En él, turistas europeos, catalanes que vuelven de la costa, unos hombres de Hollywood y dos equipos olímpicos, el húngaro y el suizo, camino de la Olimpiada Popular. La famosa Olimpiada, una alternativ­a a los juegos de Hitler (Berlín, agosto de 1936), nunca se celebró, por la guerra.

En el tren también viaja Muriel Rukeyser (1913-1980). Es una escritora norteameri­cana, conocida por la poesía y el activismo. Los poemas que conozco respiran una épica a la Walt Whitman, al tiempo subjetiva y política. El estilo es tan fragmentad­o, tan veloz en los cambios de plano, (de íntimo a grandilocu­ente en dos segundos; de simbólico a realista en milésimas), que parece más de hoy que de ayer. Estuvo bajo vigilancia gubernamen­tal durante décadas. Se la conoce por feminista, por antimilita­rista, por comunista, se le acusó de “confratern­izar” con negros y de no escribir femeniname­nte. Todo es verdad y calumnia a partes iguales, pero dice más de sus críticos que de ella. Y no agota el personaje ni explica la heterodoxi­a con que participó de todos estos movimiento­s. Siempre incómoda, siempre mirando donde no mira nadie.

El tren queda parado tres días en Montcada i Reixac por el alzamiento. Las Naciones Unidas del Tren contemplan cómo se despliega el caos y las fuerzas de un nuevo orden. Purgas de “fascistas”, tiroteos en las colinas, tráfico de camiones de la CNT y la UGT con jóvenes voluntario­s hacia Barcelona, aviones volando raso, piras de objetos religiosos requisados de las casas de veraneo, comunicado­s de la Generalita­t por la radio, sexo en el vagón, la rendición de Goded, bombardeo de la iglesia. Después, unos días más en

Una estudiante de doctorado editó el manuscrito y la Universida­d de la Ciudad de Nueva York lo ha publicado

Barcelona, idealizada capital de la revolución y contenedor de caos. Y huida en un barco belga.

Muriel Rukeyser publicaría artículos, panfletos y poemas sobre aquellos días, en especial el poema Mediterran­ean y mucho más tarde, en 1974, un delicioso artículo en Esquire, “Vinimos por los juegos”. Es su punto de inflexión literario y personal. Aquel otoño de 1936 también escribió una novela, Savage Coast (su traducción de “Costa Brava”), nunca publicada. Los editores la veían mala y sexualment­e demasiado explícita y demasiado radical y demasiado diferente a todo para una señorita. La rehízo y rehízo toda la vida y al final quedó olvidada en una carpeta sin nombre.

87 años después, Rowena KennedyEps­tein, una estudiante de doctorado, editó el manuscrito y la Universida­d de la Ciudad de Nueva York lo acaba de publicar (está en Amazon). Mary Ann Newman y Eduard Vallory me la regalaron, doy gracias. Más allá del valor documental de aquellos días, y la virtud de la mirada externa, he encontrado una literatura sin miedo y sin odio, entregada a liberarse de toda convención. Y una escritora que en lugar de hablar de revolución, la hace. Te posee. Editores catalanes: manos a la obra.

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