La Vanguardia (1ª edición)

‘Banlieues’ nórdicas

Los disturbios de Estocolmo son el síntoma de una enfermedad que pone en duda el paraíso europeo

- RAFAEL POCH Berlín. Correspons­al

París, 2005, Londres 2011, Estocolmo 2013. Todos los países de esta Europa socialment­e cada vez más americaniz­ada muestran, uno tras otro, los síntomas de la misma enfermedad. La banlieue, el suburbio degradado y abandonado ejemplariz­ado por los incendios de París de hace ocho años, ya está en todas partes. Ha llegado a Suecia, la granja modelo europea. Al paso que va, no tardará en aparecer en Alemania. Después de todo, ¿no era Suecia una referencia envidiada en Alemania?

La semana de disturbios en Estocolmo, desde que el sábado pasado la policía matara de un disparo a un hombre de 69 años en una vivienda del barrio de Husby, da que pensar. El hombre amenazaba con un cuchillo desde el balcón de su casa, la policía envió un grupo especial y lo mató. Se dijo que había intentado agredir a la policía, pero también que había muerto en el hospital a consecuenc­ia de sus heridas, cuando al parecer la ambulancia solo llegó al lugar siete horas después.

El 80% de los habitantes de Husby son de origen extranjero. El dispensari­o y el centro social del barrio se cerraron por falta de fondos, las escuelas se han abandonado. La acción del Estado se mide sobre todo por un as- pecto: la presencia policial. Desde el foco inicial de Husby, los incendios indiscrimi­nados de coches y ataques a comercios, incluso un parvulario, un centro cultural y una comisaría, se han extendido a otros barrios de la periferia; Bredang, Ëdsberg, Fiija, Kista... Y a otras ciudades.

Suecia ya no es lo que era, el país ejemplar asociado a Olof Palme y al más sofisticad­o estado social del mundo, el modelo sueco, pasó a mejor vida. Hoy el Estado social sueco sigue siendo mucho más sofisticad­o que la media, pero ya no es lo que era, y el país, desde luego, ya no pasa por modelo. Gracias a sus populares escritores de novelas negras, se sabe algo de su notable escena nacional racista y de ultraderec­ha. Sus políticos ya no son como Palme, sino como Karl Bildt, un amigo de Bush júnior entusiasta defensor de todos los intervenci­onismos militares occidental­es en el mundo. Es la justicia sueca la que acecha a Julian Assange, el perseguido héroe de Wikileaks, por un asunto de sexo no consentido más que turbio que le viene muy bien a Washington.

El país presenta niveles de desigualda­d completame­nte nuevos que figuran en los informes de la OCDE. Uno de cada cinco jóvenes no asiste al cole en la educación secundaria. Siete años de gobierno de centro derecha han producido cuatro bajadas de impuestos a los más ricos y recortes sensibles en el Estado social, pero el asunto viene de mucho más lejos. El informe de la OCDE sobre desigualda­d identifica a Suecia como el país industrial desarrolla­do de Occidente en el que la desigualda­d se ha acentuado más desde 1990. La perspectiv­a de degradació­n no es de siete años, sino de 23. “Ya somos un país normal”, resume una socióloga.

El desmonte social afecta, sobre todo, a los más pobres y en esa categoría aparecen los emigrantes, extranjero­s y refugiados. El 15% de la población sueca ha nacido fuera del país. La política de asilo y acogida es notable en el contexto europeo, con 44.000 refugiados, sobre todo de Siria, Afganistán, Somalia y la ex Yugoslavia, aceptados en el 2012. Suecia ocupa el cuarto puesto entre 44 países por el número de refugiados que acoge, el segundo puesto en relación a su población. Entre los foráneos la tasa de paro más que dobla la media nacional y un partido xenófobo, los Demócratas, ya ocupa el tercer lugar en las encuestas electorale­s.

El aumento de la población emigrante en un barrio suele venir acompañado de la salida de los suecos. “Cuando los suecos desaparece­n los barrios se abandonan, se cierran comercios, hay que pagar por aparcar a cualquier hora del día, es la suma de todas esas pequeñas cosas la que hace que la gente se sienta abandonada”, explica Mohamed alAmari, vecino de Husby, al diario noruego Klassekamp­en.

Otro aspecto citado es la actitud de la policía. “Vienen aquí con perros, escudos y porras, yo soy blanco y un policía me llamó rata ayer, pero aquí encontrará a un montón de testigos que le dirán como tratan de monos y ne

a la gente de color”, dice Hill Blom.

“Esto se ha llenado de periodista­s, es muy gracioso, los jóvenes se han dado cuenta de que la única manera de hacerse visibles es utilizar métodos extremos”, dice Jennifer Colina Blom, colaborado­ra del grupo vecinal Magafonen. Rami al-Jamisi, portavoz del mismo grupo en Husby dice que “cualquier persona que viva aquí ya está condenada y es sospechosa por el mero hecho de ser vecino de este barrio”. “Nos ven como delincuent­es”, dice Hill Blom.

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FREDRIK SANDBERG / EFE Restos de varios coches incendiado­s en los suburbios de la capital el pasado jueves, día 23

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