La inseguridad social
El malestar por la crisis política y económica deja bajo mínimos la preocupación por la seguridad o la inmigración
LBarcelona
a delincuencia violenta aumentó en un 7% entre el 2011 y el 2012 en España; el número de robos con intimidación creció en más de un 10% en ese mismo periodo, y la cifra de asaltos a domicilio lo hizo en más de un 25%. Y, sin embargo, la inseguridad –que era citada como uno de los principales problemas por más del 30% de los españoles hace una década, según los sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas– descendió en abril pasado hasta una tasa de menciones del 2,5%; la mitad que a principios del 2012 y un porcentaje casi insignificante.
En el caso de Catalunya –una de las comunidades con tasas más altas de criminalidad–, la evolución ha sido similar, según el Centre d’Estudis d’Opinió o la Enquesta de Seguretat Pública. Por ejemplo, y pese a que el recuerdo de haber sido víctima de algún delito se ha situado desde el 2009 entre veinte y treinta puntos por encima de los índices de la última década, la inseguridad ciudadana como problema ha caído desde una tasa del 16%, en abril del 2010, a menos del 5%, en febrero pasado. Y ello a pesar de que los robos con fuerza en los domicilios catalanes crecieron en más de un 15% entre los años 2009 y 2011.
En este contexto, la evaporación en las encuestas de la inseguridad ciudadana como uno de los principales problemas de los españoles ha de obedecer forzosa-
La crisis institucional se aprecia en que sólo la corrupción y la clase política destacan junto al desempleo
mente a la existencia de otras preocupaciones que lo absorben todo. Y en este sentido, la prolongada crisis económica focaliza la atención de los ciudadanos y contribuye sin duda a situar el desempleo como la primera inquietud de los españoles, con un índice de menciones que supera el 80%, junto a “los problemas eco- nómicos”, señalados por la mitad de los consultados hasta el verano pasado. A estas inquietudes se han sumado recientemente “la clase política” y “la corrupción” (que en marzo fue el segundo problema más citado: 44,5%), mientras que otros problemas que en el pasado suscitaron una gran inquietud (como el terrorismo, la inmigración o la vivienda) han perdido relevancia en el subconsciente colectivo.
Ahora bien, la experiencia histórica confirma el carácter inédito de la coyuntura actual, ya que en otras situaciones del pasado marcadas por la crisis y el desempleo, el factor económico no ha conseguido ofuscar otras preocupaciones con una base sólida. Por ejemplo, en 1985 el desempleo era citado como uno de los principales problemas por más del 95% de los ciudadanos. Y pese a ello, el terrorismo preocupaba a un 42% de los consultados y la inseguridad registraba una tasa de menciones superior al 31%. Y algo similar ocurrió entre 1994 y 1995, cuando la preocupación por el desempleo se encaramó al 85% y la inquietud ante la corrupción saltó al 32%, lo que no evitó que la inseguridad registrase menciones cercanas al 40%.
Ciertamente, las series estadísticas sugieren un cierto divorcio entre la inseguridad subjetiva y la delincuencia objetiva, quizás como resultado de la influencia de los sucesos coyunturales en las percepciones de los ciudadanos (o de los cambios en la metodología de cálculo). Por ejemplo, a partir del año 2003, las tasas de robos (incluidos los hurtos con
El paro ha dominado siempre el índice de preocupaciones, pero nunca había ofuscado los otros problemas
violencia, los tirones o los asaltos a viviendas) experimentaron un pronunciado descenso que no siempre se correspondió con las sensaciones de los ciudadanos. Así, en el 2006 la inseguridad como problema en los sondeos del CIS se incrementó hasta diez puntos, en paralelo a un significativo aumento de la inquietud por la inmigración (que duplicó los registros de un año atrás). Y, en cambio, a partir del 2007 la tasa de robos con fuerza en viviendas inició una sensible escalada, sin que ello influyera en la percepción de inseguridad, que cayó en picado a partir del 2009, lo mismo que –atención– la inquietud que suscita la inmigración.
En cualquier caso, el carácter insólito de las percepciones actuales se ve reforzado por algunas circunstancias objetivas que deberían acentuar la sensación de inseguridad subjetiva. Por ejemplo, una población envejecida que, según diversos estudios, “se siente por lo general menos segura”. Y, sobre todo, una situación en los espacios públicos que, de acuerdo con la “teoría de las ventanas rotas”, debería incidir negativamente en la sensación de inseguridad (botellones, bandas juveniles, cambios súbitos en el paisaje humano…). A partir de ahí, la escasa preocupación que suscita hoy la seguridad ciudadana entre los españoles sólo puede explicarse por la magnitud sin precedentes de la crisis económica y su correlato en el ámbito político e institucional.