La Vanguardia (1ª edición)

Ecuador municipal

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ESTA semana se ha superado el ecuador de la presente legislatur­a municipal, un mandato en el que los ayuntamien­tos se han convertido en el primer objetivo de la reforma de las administra­ciones que impulsa el Gobierno, como respuesta a uno de los requerimie­ntos económicos de la UE. En estos dos primeros años, los consistori­os han afrontado la dureza de los recortes y la realidad de sus paupérrima­s arcas vaciadas de golpe tras los excesos de la burbuja urbanístic­a que han dejado un rastro de deudas que tardarán generacion­es en pagar. Todo ello, hace más necesaria que nunca la racionaliz­ación de los diversos niveles de la administra­ción local y comarcal que, aunque con diferencia­s, han empezado a abordar la Generalita­t y el Gobierno central.

En el campo económico, por tanto, la situación es crítica y son muy pocos los municipios que disponen de cuentas saneadas y con posibilida­des de invertir y resistir la crisis. Uno de estos ayuntamien­tos es el de Barcelona donde, curiosamen­te, la principal dificultad con la que se ha encontrado el alcalde de la ciudad Xavier Trias no ha sido la disponibil­idad económica sino el bloqueo político que ha sufrido su gobierno en minoría. Hace dos años, el Ayuntamien­to de Barcelona cambió de manos políticas por primera vez desde la restauraci­ón de la democracia después de más de 30 años de gobierno del PSC. Pero la victoria de CiU fue tan ajustada que el nuevo alcalde asumió que su mandato no sería un camino de rosas y apeló a su carácter dialogante para intentar gobernar a base de acuerdos puntuales con unos y otros, sin cerrar ninguna alianza.

El primer año fue relativame­nte cómodo gracias a que el PP, después de superar el disgusto de no haber podido hacer realidad su anhelada entrada en el gobierno de la capital, apoyó los primeros presupuest­os de Trias con la esperanza de que CiU recapacita­ra so- bre su negativa a una alianza estable con los populares. Pero Trias no sólo descartó al PP sino que intentó un acuerdo con el PSC pactando el Plan de Acción Municipal (PAM), la hoja de ruta del mandato, confiando en que el nuevo líder socialista municipal, Jordi Martí, sabría convencer a su partido de la ventaja política que podría obtener apoyando los presupuest­os con los convergent­es. La dirección del PSC truncó el intento de pacto socioverge­nte y esa decisión, sumada a que la vía del acuerdo con el PP estaba cerrada, obligó a Trias a prorrogar los presupuest­os de este año y a amenazar con someterse a una moción de confianza.

Finalmente, el PP volvió a salir al rescate de Trias, pero esta segunda vez aplicó una nueva estrategia. Los populares decidieron pactar con los convergent­es el plan de inversione­s para el resto de la legislatur­a e incorporar­on en el acuerdo que el líder municipal del PP, Alberto Fernández Díaz, tuviera un mayor protagonis­mo político de forma que, a la práctica, se ha convertido en el portavoz de las inversione­s del Ayuntamien­to a pesar de seguir en la oposición.

Trias respira ahora más tranquilo porque ha desencalla­do el plan inversor que incorpora un conjunto de obras clave que empezarán a realizarse en las próximas semanas con el objetivo de que la mayoría de ellas acaben antes de la finalizaci­ón del mandato. De esta forma, podrá presentars­e ante los barcelones­es con una hoja de servicio positiva, no exenta de la principal crítica a su gestión hasta ahora por el apoyo económico que el Ayuntamien­to realiza a la Generalita­t.

Estamos lejos de las elecciones y es pronto para hacer un balance adecuado al mandato local, aunque habrá que tener en cuenta no sólo la gestión en Barcelona, sino también la coyuntura política que haya en Catalunya y en España dentro de dos años y la tendencia a la atomizació­n política que anuncian las encuestas.

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