La Vanguardia (1ª edición)

Arranca el juicio al celador que mató a once ancianos

Joan Vila trabajaba en un geriátrico de Olot cuando fue acusado de unos crímenes por los que la fiscalía solicita 194 años de prisión

- BÀRBARA JULBE

Girona

El juicio contra el celador de Olot, Joan Vila, acusado de acabar con la vida de once ancianos (tres de ellos con ensañamien­to) en la residencia La Caritat, arranca mañana en el nuevo Palacio de Justicia. El celador mató a sus víctimas entre el 2009 y el 2010 haciéndole­s ingerir lejía, cócteles de medicament­os o con una sobredosis de insulina. El fiscal pide para Vila –uno de los asesinos en serie más prolíficos de la historia reciente de España–, un total de 194 años de prisión. La defensa solicita libertad vigilada por un máximo de 20 años. Las acusa-

La defensa admite los hechos, pero alega que el acusado atravesaba una “alteración psíquica”

ciones particular­es reclaman 202 años. Más de 120 testigos y peritos pasarán por una vista, que se alargará hasta el siete de junio.

Según consta en el escrito del fiscal, el celador, detenido el 19 de octubre del 2010, se aprovechó de la edad de los ancianos y su imposibili­dad de defensa. Ocho de los once internos murieron después de que el procesado les diera una mezcla de psicofárma­cos triturados o una sobredosis de insulina, mientras que a las tres últimas víctimas les obligó a ingerir productos cáusticos, lo que les provocó “sufrimient­o, gra- ves dolores y padecimien­tos, tos, vómitos, convulsion­es y una crisis respirator­ia”. Es por ello por lo que se añade el agravante de ensañamien­to a estos tres casos.

El ministerio fiscal contempla la posibilida­d de reconocer al acusado, que declarará mañana por la tarde, el atenuante de confesión de los ocho crímenes que contó de manera voluntaria en la declaració­n judicial del 31 de noviembre del 2010 pero no admite que sufra trastorno mental alguno. El letrado de la defensa, Carles Monguilod, reconoce que los hechos son constituti­vos de once delitos de asesinato, aunque considera que en el momento de actuar el acusado padecía una “alteración psíquica” –no una enfermedad– que le llevaba a creer que la suya era una “conducta moralmente buena”. Según la defensa, el procesado creía que la calidad de vida de los fallecidos estaba muy deteriorad­a y, por ello, decidió “acabar con esos padecimien­tos, provocándo­les la muerte de manera voluntaria”.

El fiscal fija las indemnizac­iones para los familiares de las víctimas que va a pedir al tribunal en 530.000 euros.

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ROBIN TOWNSEND / EFE El acusado, Joan Vila, en otoño del 2010, poco después de su arresto

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