La Vanguardia (1ª edición)

Un delirio sintomátic­o

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Una presunta inversión de 1.500 millones de euros (!) para construir una isla artificial de lujo ganada al mar y “para la exploració­n espacial” frente a las playas de Barcelona (y, lo que es más increíble, “sostenible”)(!!). Un centro comercial abierto 24 horas los 365 días del año. Un túnel del viento vertical donde experiment­ar la ausencia de gravedad. “Deslizador­es y caminos ultramarin­os, espacios neurónicos inmersivos” (!!!). Pantallas gigantes que proporcion­an vistas del universo durante viajes espaciales (!!!!). Un rascacielo­s sideral (la Torre Galaxia) de 300 metros de altura. Un hotel (Mobilona Space) con más de 2.000 suites y residencia­s de las que usted podrá disfrutar si entra a formar parte de un selecto grupo de propietari­os y abona un precio de salida de medio millón de euros por una suite, entre 3,9 y 20 millones por un ático o 70 millones por un Space Mansion de seis plantas con un helipuerto opcional (!!!!!). Todo ello envuelto con una publicidad sugerente en la que cuatro jóvenes en biquini acompañan la promesa de que “Mobilona será el nuevo punto caliente de Europa”. Juro por las smart cities que el autor de estas líneas no ha bebido ni fumado nada que pueda alterar su conscienci­a. Se limita a ofrecerles unos apuntes del viaje por los rincones más recónditos de la imaginació­n del que pueden gozar si visitan la web www.barcelonai­sland.com. El Ayuntamien­to ha reconocido que está al corriente y que, aunque no cree que pueda interesarl­e, estudiará este invento que uno no sabría si calificar de delirio, broma, locura o simplement­e intento de estafa, una ocurrencia que empequeñec­e proyectos que hasta ahora creíamos

Sería una lástima que la marca Barcelona acabara siendo poco más que una marca turística

insuperabl­es, como el de Eurovegas.

La isla Barcelona no merecería más comentario ni considerac­ión que la de un simple divertimen­to. Pero el temor a que sea un síntoma de algo, un mal síntoma de la imagen que esta ciudad pudiera tener en el mundo, causa cierta inquietud. No dudo de que los esfuerzos de las autoridade­s municipale­s, y de las plataforma­s empresaria­les que se han ido creando para promociona­r Barcelona, por vender internacio­nalmente una ciudad y una marca con muchas facetas, a cuál más interesant­e, van en la buena dirección. Queremos mostrarnos como una ciudad inteligent­e, creativa, del conocimien­to, como una “creative business city” que dicen algunos para que se les entienda mejor, dotada de una marca potente y seductora. Pero, ¿es así realmente como nos ve la mayoría de humanos? ¿Por qué promotores de modernas ínsulas baratarias piensan en Barcelona y no en otro sitio a la hora de fabular su Dubai mediterrán­ea? Ojalá los temores sean infundados y no hayamos tematizado en exceso la ciudad y preparado un caldo de cultivo para que sea tomada por lo que no debería ser. Sería una lástima que la marca Barcelona acabara siendo poco más que una marca turística.

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