Encadenados a Jesús & María
Se puede definir el Primavera Sound como un festival en el que miles de almas deambulan de un escenario a otro en busca de himnos generacionales. Es sólo una entre otras definiciones posibles, pero habrá quien la dé por buena. En caso de que fuera acertada, se podría añadir que hay quien sabe bien dónde va a encontrar esos himnos y otros, acaso más jóvenes, que rastrean los conciertos minoritarios en busca de ellos. Quién sabe si los que actúan hoy en escenarios menores como el Vice –luminosos estos británicos llamados Daughter– serán quienes mañana llenarán la explanada principal de teléfonos móviles balanceándose como luciérnagas en la noche. Pero, en definitiva, se convendrá que venimos a eso: a reencontrarnos con el pasado y con una cierta idea del futuro.
The Jesus and Mary Chain no tienen un hit generacional (temas como Taste of Cindy o Never Understand merecerían serlo), pero han logrado algo más importante: en tanto que músicos adelantados a su tiempo, han inoculado su particular veneno en las canciones de muchas bandas. De ahí que suenen tan primaverales.
Y eso que su concierto del viernes no fue especialmente intenso. Jim Reid y los suyos no se toman ya la molestia de destrozar como antaño los instrumentos en el último tema. Haciendo una concesión a los viejos tiempos, el vocalista tira al suelo, con elegante indolencia, el pie de su micrófono. Es lo que queda de su ira antisistema. Sin embargo, su actuación en el escenario Heineken evidenció que la banda es capaz de atraer a un público que ni siquiera había nacido cuando debutaron en Glasgow a mediados de los 80. Hablamos de seguidoras como Corinne, marsellesa de 26 años que ha viajado a Barcelona, dice, para ver a los Jesus “y a los demás”. El punk habrá muerto, pero su nihilismo vive.
Ese muro de sonido que convierte la distorsión en el instrumento solista mientras las voces sólo se intuyen evocadoras en la distancia ha influido e influye a las bandas de pop-rock que han ido llegando después. Sin ir más lejos, a los Blur, que les sucedieron anteayer en el escenario principal.
The Jesus, como ayer Nick Cave, tuvieron su momento primavera. Son voces esenciales en una fiesta que apuesta por músicas que trasciendan las generaciones. Una fiesta que puede ser un viaje al pasado –los jóvenes descubren sus raíces– o hacia el futuro –el festival sirve para saber qué diablos suena en los auriculares de los veinteañeros.