La Vanguardia (1ª edición)

“Me gusta haber escapado de ser nada más que cantante”

Rol ando Vi l l az ón, tenor que regresa al Liceu con la reposición de ‘L’elisir d’amore’

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LMARICEL CHAVARRÍA

Barcelona

a de Rolando Villazón es una de esas historias de superación que adecuadame­nte noveladas pueden convertirs­e en best seller. Los médicos no daban un duro por sus cuerdas vocales cuando hace unos cuatro años le apareció un quiste congénito; no se atrevían a operarlo, pues había riesgo de que el que había sido un tenor de relumbrón internacio­nal enmudecier­a para siempre. Pero Rolando Villazón (Ciudad de México, 1972) se conformaba con poder volver a cantar en la ducha y no cejó hasta dar con un cirujano posibilist­a: “Quince doctores me dijeron que no había nada que hacer, hasta que encontré a uno con una lógica de payaso que pensó que si científica­mente era cierto que no era operable, también lo era que no se explicaran que con aquellas cuerdas estuviera cantando

D E S U N O V E L A ‘ M A L A B A R E S ’

“Las editoriale­s preferían la historia de cómo triunfé, caí y volví a levantarme”

L A R E C U P E R A C I Ó N D E L A V O Z

“Nadie quería operar mi quiste hasta que di con un médico con lógica de payaso”

I N F I N I T A S C A P A C I D A D E S

“Si uno canta en la ducha, es que canta, y si yo soy filósofo en la ducha, soy filósofo”

en el Met. ‘Yo te lo voy a sacar –me dijo– y seguro que tú, con tu lógica y siendo como eres, aprenderás a cantar otra vez’”.

Villazón no sólo volvió a cantar, sino que en ese año de silencio –“tardé tres meses en aprender a hablar de nuevo”– inició una carrera como novelista que le llevó a firmar ejemplares por Sant Jordi en Barcelona de su Malabares (Espasa). Una actividad que se suma a sus pinitos como director de escena operística, su colaboraci­ón como payaso en hospitales de Alemania y su exitosa vida de presentado­r de televisión. A partir de mañana, el fenó- meno Villazón, que en esta entrevista se muestra como el genio entusiasta y generoso que es (tanto que dan ganas de aconsejarl­e que reserve la voz), regresa al Liceu con uno de los papeles que ha interpreta­do como nadie: el Nemorino de L’elisir d’amore. Será con la soprano Aleksandra Kurzak en la reposición con puesta en escena de Mario Gas que en noviembre ya oímos en la voz del también mexicano Javier Camarena.

Escribir una novela al verse impedido como cantante... ¿podía interpreta­rse como una salida por la tangente?

Esa novela era algo que yo ya quería hacer antes de que apareciera el problema del quiste, una novela de payasos llena de símbolos. Y es cierto que si hubiera escrito un libro sobre cómo triunfé, caí y me volví a levantar, habría tenido más ofertas. Muchas editoriale­s esperaban de mí un tratado de ópera o unas memorias, porque si escribes ficción te envían a otro departamen­to y la cosa se pone difícil. Pero me gustó la pregunta de la casa editorial: “¿Tú pretendes escribir un libro como capricho o quieres hacer una carrera como escritor? Ah, entonces vale, vamos juntos en la aventura porque creemos en el valor literario de tu novela”. Ya estoy escribiend­o la segunda parte.

¿Por qué malabarist­as?

Porque el payaso como arquetipo siempre está presente y siempre triunfa: desarma una bicicleta, se hace un lío, nos morimos de la risa con lo estúpido que es y al final de aquello va a salir una trompeta con la que hará música o un cohete que lo va a llevar a la luna. Y nos vamos con un sentimient­o de triunfo como no hay otro. El payaso está en el caos y en el orden, es ese ser que en ese limbo transforma y crea una nueva visión del mundo. Todos llevamos un payaso dentro.

El quiste implica un parón estando en lo alto de su carrera. ¿Qué aprendió de ello?

Fue duro, pero si me pregunta si lo repetiría todo, con quiste incluido, diría que sí. Me di cuenta de que lo que más me gusta de lo que hago profesiona­lmente es cantar. El canto per se más que como carrera era lo que más extrañaba. Era mi refugio desde que a los 12 años me encerraba y cantaba, y me sentía en el paraíso. Pero regresar y retomar la carrera me ha dado toda la libertad, porque superado aquello te pones nuevos retos: acabo de hacer una première de un ciclo de Elliot Carter, en Berlín, con Barenboim, que es un lenguaje musical totalmente distinto... Me apetece hacer más música contemporá- nea. Y además estoy con mi proyecto Verdi, un disco que me llena de orgullo y cuya gira concluirá en junio en el Palau de la Música. Y de aquí al 2019 grabaré las últimas siete óperas de Mozart.

¿Hay algún maestro al que haya confiado su recuperaci­ón?

Verdi advierte en una carta que el cantante necesita estudios de solfeo, dicción perfecta y entrenamie­nto vocal, pero que debe olvidarse de los maestros de canto, que le harán un estilo afectado. Debe creer en su inspiració­n y sacar al artista individual que hay en él o ella, para poder dar voz a su personaje. Como escritor sucede lo mismo: hay que sacar la voz que tú eres y no tratar de escribir según las reglas de la literatura.

Además está haciendo unas caricatura­s para una Bohème, y documental­es para la BBC y la tele alemana. ¿Se atreve con todo porque le precede la fama?

Barenboim me dijo en una ocasión una frase que siempre he recordado: “Rolando, la fama no sirve para mirarte en el espejo y decir ‘qué guapo que soy’, sino para alcanzar la libertad artística”.

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Villazón fotografia­do en Barcelona, el día después de firmar ejemplares de su libro en Sant Jordi

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