¿Y la Palma de Oro es para...?
pieles, de Polanski, habla de dominación, entrega y masoquismo. Pero también de las relaciones complejas de una pareja.
Tras la proyección de Venus in fur, saldada con aplausos, el casi octogenario director (cumple ochenta este verano) se mostró en plena forma; si plena forma quiere decir, en este caso, rápido de palabra, irónico, y por momentos sarcástico e incluso cruel. Especialmente con su propia mujer: “Si sigues así van a pensar que eres una rubia boba”, le espetó a Seigner en un momento dado.
Polanski se salía ayer en el difícil equilibrio entre la seriedad de unas declaraciones, que sabe que van a ser comentadas, y la ironía de doble filo. Un arte siempre arriesgado en Cannes, donde hay quien se coge a cualquier comentario para sentirse ultrajado. “La píldora ha cam- biado mucho a la mujer”, afirmó, y las mujeres empezaron a mirarse entre ellas. Los hombres también. “Las ha masculinizado... Es una pena”, añadió Polanski, que se manifestaba así radicalmente en contra, no de la igualdad de los sexos, no, sino de la homologación de los sexos: “Intentar igualar los géneros es idiota”. Y como ejemplo de su tesis añadió: “Es una pena que ofrecer flores a una mujer se haya convertido en algo indecente”. Y es que todo lo
Se acabó la competición con Polanski y con Only lovers left alive, de Jim Jarmusch. Una simpática comedia negra sobre vampiros enamorados (y decadentes), que tiene su punto fuerte en el humor referencial, cargado de citas. Han sido veinte títulos que han luchado por la Palma, el gran premio de Cannes, de los cuales más de media docena son excelentes. Esta noche, a partir de las que dice (y todo lo que diga) Polanski estará siempre tamizado por las acusaciones que penden sobre él en Estados Unidos, donde, desde los setenta, está acusado de un delito de agresión sexual a una menor. En aquel país sigue bajo busca y captura.
La Venus de las pieles, la película, habla, de una forma atropellada pero resultona, de la inacabable guerra de sexos, sí. Pero no es una obra de tesis. Es un juego teatral donde dos personajes ensayan, sobre el escena- ocho, se hará público uno de los palmarés más complicados de la historia del certamen, por el gran número de películas susceptibles –sin sonrojo, para Spielberg y el resto del jurado– de premio. Toda previsión entra en el terreno de la adivinanza. Pero puestos a jugar a ser spielbergólogo, uno diría que Kore-eda, Sorrentino y La vie d’Adele, de Kechiche estarán en el palmarés. rio, una adaptación de la obra de Masoch. El hombre, en este juego, donde ambos cambian de personalidades, ve amenazada su masculinidad: “Es él quien quiere ser dominado y tratado de forma sádica”, dijo.
Como en Un dios salvaje (2011), Polanski toma una obra para adaptarla. Pero lo que en aquella a uno le resultaba teatral –Polanski no conseguía romper la barrera de la cuarta pared: la separación entre público y espectador–. aquí, sin embargo, en La Venus de las pieles, lo consigue sin problemas. No hay barrera ninguna: hay inmersión. Y Polanski demuestra una vez más que es un maestro en mover la cámara en un espacio cerrado, como un teatro. Los intérpretes, si se quiere, tienen menos calado que los de Un dios.., pero con sus imperfecciones y su candidez, con sus defectos, resultan más efectivos. Van en la misma dirección. Se nota que la actriz duerme con el director (se puede pensar en otras para el papel), pero le echa valor. Con dos personajes (en Un dios... eran cuatro), uno diría que Polanski consigue, para el ardor de algunos, una película el doble de buena.