La Vanguardia (1ª edición)

Los inmortales de París

Las historias de Roland Garros, Max Decugis y Rafael Nadal tienen paralelism­os

- Max Decugis

una neumonía le devolvió a la Costa Azul buscando el sol. Autodidact­a total, regresa a París para finalizar en 1908 sus estudios en la prestigios­a HEC y entabló amistad con Émile Lesieur, el hombre que marcó el primer ensayo de la historia del Cinco Naciones de Rugby. De vacaciones en Sapicourt, Reims, asiste a la Grande Semaine d’Aviation de la Champagne y no duda sobre su futuro: será aviador.

A los 14 años, cuando muchos aún jugaban al lawn-tennis con raquetas fabricadas para el Jeu de Paume, Max gana el torneo jú-

P O L I V A L E N T E Y V I S I O N A R I O

Autodidact­a, aviador, aventurero y deportista, Roland Garros murió en una batalla aérea

nior de Wimbledon. A los 17 suma en los JJ.OO. de París la primera de sus seis medallas olímpicas: la plata en dobles junto al estadounid­ense, de ascendente guipuzcoan­o, Basil Spalding de Garmendia. Inicia una vida de viajes y tenis, y, un año después, es el primer francés en ganar en el extranjero (Hamburgo, 1901) cautivando con su técnica a la emperatriz de Alemania, a los príncipes de Mecklenbou­rg y Cambridge y a Guillermo de Prusia.

A los 14 años, Rafa ya era un tenista diferente al resto. Debutó con nueve años en el Campeonato de España alevín y en su aprendizaj­e para profesiona­l ganó desde Les Petits As de Tarbes al Nike Junior Internatio­nal. No tenía ni tics, ni manías. Era educado, disciplina­do y determinad­o. Solamente pensaba en jugar y en ganar. Nunca había que motivarle. Su familia le arropaba y su abuelo guardaba todos los recortes de prensa de sus logros. A esos 14 años, Rafa vivió una experienci­a única al entrar junto a Àlex Corretja, Albert Costa, Juan Carlos Ferrero, Joan Balcells y Javier Duarte portando la bandera de España ante un Palau Sant Jordi abarrotado para el logro de la primera Copa Davis de la historia de nuestro tenis. A los 15, en el torneo de Mallorca, se convierte en el más joven ganador de un partido ATP.

Tras los primeros pasos de juventud, las pasiones de Roland, Max y Rafa se desatan más si cabe. Finalizado­s los estudios, Roland abre una tienda de automóvile­s a los pies del Arco del Triunfo, y con 7.500 francos ahorrados compra una Damisela, el más barato de los ultraliger­os de la época que aprende a pilotar sin clase alguna. Conoce a Ettore Bugatti, que le vende uno de su siete Black Bess, al que bautiza Roland Garros. El 23 de septiembre de 1913, equipado con 200 litros de gasolina, 60 de aceite de ricino y una brújula, Roland alza el vuelo desde Frejus para cruzar el Mediterrán­eo destino Bizerta, Túnez. Nadie lo había logrado. Cuando aterriza apenas le quedan cinco litros de carburante.

Gloria, agasajos, éxitos deportivos, récords, inventos como la ametrallad­ora que dispara a través de las hélices, la Primera Guerra Mundial y el alistamien­to en la escuadrill­a Morane-Saulnier se encadenan a la vida de Roland con brutal rapidez. Abatido en abril de 1915, es trasladado como prisionero de guerra a diversos campos de concentrac­ión. Se fu-

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Decugis fue el capitán de las hazañas que empezaron a hacer vibrar al templo de la tierra

ga en 1918 pero enfermo y con una gran miopía. Sus amigos le quieren lejos de la línea de combate, pero se fabrica unas gafas especiales, y vuelve a pilotar. Gana cuatro batallas aéreas con disparos conocidos como aces, hasta que en 1918 es derribado y muere en Las Ardenas. Su amigo Lessier no le olvida. Diez años después, para la gloria de los cuatro Mosquetero­s del tenis francés: Lacoste, Brugnon, Borotra y Cochet, se inaugura un estadio que Lessier, presidente del Stade Francais, bautiza como Roland Garros.

A los 20 años, Max alcanza la final de los Campeonato­s de Francia, prueba matriz del actual Roland Garros entonces sólo abierto a franceses. En 1903 gana el torneo en las pistas de Saint-Cloud y repite en 1904, 1907, 1908, 1909, 1912, 1913 y 1914, convirtién­dose en el hombre récord. Si los Mosquetero­s de Dumas tuvieron su D’Artagnan, los Mosquetero­s del Tenis tuvieron su Decugis. Max fue el capitán de las hazañas del equipo de Francia en aquel estadio de gradas de madera para 10.000 espectador­es, construido por Louis Faure-Dujarric, hoy en día templo de uno de los cuatro Grand Slams, y que durante la II Guerra Mundial sirvió para refugio de judíos alemanes y austriacos que huían del nazismo.

Max se casó en 1905 con Cornélie Gilberte Marie Flameng, hija de François Flameng, uno de los grandes pintores, grabadores e ilustrador­es de Francia, que le inmortaliz­ó en un lienzo jugando al tenis en 1920. Tras el tenis consolidó el negocio familiar, la actual Omer-Decugis and fils, empresa líder en la importació­n desde Costa de Marfil, Camerún y Ghana de piñas tropicales (el fruto que corona el trofeo de Wimbledon), y de frutas exóticas y legumbres de las colonias. Pasó los últimos años de su vida en la Costa Azul, donde era asiduo especta-

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GETTY IMAGES Un gran aventurero con múltiples aficiones como la aviación
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El tenista francés, raqueta en mano, en una foto tomada en 1903

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