Colón: símbolo centenario de Barcelona
Picasso en 1917 ofreció la versión del monumento desde la ventana de un hotel del paseo Los artistas contemporáneos se han acercado a la estatua por su contenido simbólico
El Barça y Nike han resucitado de pronto a un Colón que estaba en horas bajas. La avería en el ascensor de la estatua, la degradación de la parte baja de la Rambla y el ascendente de Gaudí en la Barcelona más turística han marginado en los últimos años este monumento construido con la Exposición Universal de 1888. Ni las polémicas sobre la supuesta catalanidad de Colón han puesto de actualidad el personaje, de ahí que al vestirlo ahora con la camiseta azulgrana, aunque estéticamente el resultado sea más que discutible, ha vuelto a poner en el escaparate este monumento.
La estatua de Colón sigue siendo un icono de Barcelona y eso explica la polémica suscitada. Cuando en 1882 se hizo un concurso para ver quien realizaba el proyecto hubo dos finalistas: Mauricio Auger, con un proyecto que tenía por lema “Los pueblos se hacen grandes elevando grandes obras”, y Gaietà Buïgas, con otro que decía “Honrando a Colón, Cataluña honra a sus hijos predilectos”. Ganó Buïgas, padre del ingeniero Carlos Buïgas, que en la Exposición Internacional de 1929 construyó las fuentes de Montjuïc. Su construcción no estuvo exenta de críticas. Para levantarlo, se construyó un andamiaje de hierro a cargo del ingeniero Joan Torras y en L’Esquella de la Torratxa escribieron: “Los admiradores del monumento son pocos, en cambio son muchos los ad-
De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Monumento envuelto de Cristóbal Colón , de Christo, de 1976; David en Barcelona, de Félez, de 1988; portada de Mortadelo , de Ibáñez, y El paseo de Colón , óleo de Picasso de 1917
miradores del andamio. Escuchen, no podrían abandonar el monumento y conservar el andamio?” (7-I-1888). El gran impulsor de su construcción fue el alcalde Francesc Rius i Taulet, quien tras fracasar un intento de financiación con donativos populares logró que el Ayuntamiento se hiciese cargo del aumento del presupuesto, que pasó de las 300.000 pesetas previstas a 1.062.689 (¡también entonces las obras se disparaban de precio!). Buen ejemplo del malestar creado es que el crítico Sebastià Junyent llegó a proponer en 1902 su inmediata demolición.
Sin embargo, con el paso del tiempo el monumento empezó a convertirse en una imagen habitual de la ciudad y en una temática recurrente de los paisajistas urbanos. Cuando en 1926 se publica Barcelona desde el aire, con una selección de fotos aéreas de Gaspar, la imagen de la portada es la de la estatua. Precisamente una de las obras de Francesc Català Roca que forman parte del fondo del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid es una fotografía del monumento, de 1949.
Uno de los artistas que le ha proporcionado una dimensión internacional ha sido Picasso gracias a su conocido óleo El paseo de Colón (1917). Es una pintura que realizó durante una estancia que hizo en la ciudad mientras la compañía de los Ballets Rusos de Serge Diaghilev presentaba el ballet Parade en el Teatro del Liceo. Picasso juega con las ventanas abiertas y se supone que pinta esa escena desde el hotel Ranzini, situado en el paseo de Colón, donde se alojaba su futura esposa Olga Khokhlova, bailarina de Diaghilev.
Entre los artistas actuales, destaca una obra quizás poco conocida como David en Barcelona (1988), de Fernando San Martin Félez, un pintor hiperrealista, aragonés de nacimiento aunque afincado desde hace años en el Empordà. Félez, que a menudo ha ilustrado la obra del escritor Fernando Arrabal, hizo tres óleos situando a la estatua clásica de David frente a la estatua de Colón, frente a la torre Eiffel y frente a las Torres Gemelas de Nueva York, tres símbolos urbanos por excelencia.
Para el mundo del cómic, la imponente columna con la figura del descubridor de las Américas señalando hacia el horizonte ha sido objeto constante de sátiras. Como en ese dibujo adjunto, publicado también en L’Esquella de la Torratxa, en el que aparece repleto de armas para defenderse de un hipotético ataque a la ciudad durante la guerra de Cuba. Otro ejemplo es la portada del Super Mortadelo de Ibáñez con Mortadelo y Filemón destrozando la escultura del descubridor con su avioneta. O la tira de Gallardo, llamada El buitre Bui
táker, que publicaba en El Víbora
y en el diario ABC. Se trataba en este caso de un buitre muy castizo y español que vivía a la sombra de Colón. Y no hace falta decir que otros artistas como Mariscal o Pilarín Bayés han dibujado a menudo esta monumento en el perfil de la ciudad.
Ese valor de icono lo debió considerar también Pedro Almodóvar en Todo sobre mi madre cuando la primera vista que aparece de la ciudad es precisamente la del Portal de la Pau y Colón, aunque en el filme sólo se aprecian los leones de la base, tan característicos del escultor Vallmitjana y tan apreciados por los turistas para montarse sobre su lomo y hacerse la fotografía.
El cronista Lluís Permanyer es- cribió en estas mismas páginas hace un año que probablemente el gran número de ornamentos y esculturas que adornan el monumento había impedido darse cuenta que junto a la vitola de mitad de la columna (donde se pue- de leer “Barcelona a Colón”) aparecen unas ramas de cáñamo. Desde aquel día han sido diversos los articulistas que se preguntan que hacen las hojas de marihuana en la obra de Buïgas.
Tampoco es la primera vez que se intenta vestir a Colón. Hubo un precedente fallido, el del artista búlgaro Christo Javacheff, que ya en 1977 hizo su primera tentativa de envolver el monumento como ha hecho con otros espacios en todo el mundo, y el entonces alcalde Joaquín Viola se negó porque “los ciudadanos no comprenderían el significado de la obra”. En 1984 volvió a intentarlo, viajó a Barcelona con su esposa Jeanne-Claude y avanzó algunos detalles: “Colón será envuelto con un lienzo de color rosa-polvo, semejante al que tienen las piedras de la ciudad”. Se había previsto el “empaquetamiento” para el Sant Joan de 1985, pero no fraguó. De ambas intentonas han quedado al menos unos dibujos, los primeros en blanco y negro, los segundos, coloreados.
Hubo también otra intentona, la de Antoni Miralda. En 1990 presentó en la Bienal de Venecia su Honeymoon Project, consistente en la puesta en escena del enlace entre la estatua de Colón y la estatua de la Libertad, de Nueva York. Una propuesta que culminó dos años después en mitad del desierto de Nevada, a 40 kilómetros de Las Vegas, con la boda oficial. Miralda situó dos figuras del tamaño a escala de las dos estatuas, construidas con papel escayolado y recubiertas de arroz, un símbolo universal de la fertilidad. El proyecto giró alrededor del ajuar de los novios. Pero ambas esculturas siguen ahí, separadas y desnudas frente al mar.