La Vanguardia (1ª edición)

“Ahora empieza tu infierno” ‘El monstruo de Cleveland’ pasará en la cárcel el resto de su vida por secuestro y abuso de tres chicas

Impactante testimonio de una de las tres víctimas de Ariel Castro, el depredador sexual de Cleveland

- INTERNACIO­NAL 5

Silencio absoluto desde el momento en que ella se arrancó diciendo “me llamo Michelle Knight”. Una sensación de estremecim­iento recorrió la sala, que se transfirió a los que seguían la retransmis­ión en directo por diversos canales.

El testimonio de esta mujer menuda, poco dada a los alardes, emocionó a todos los que la escucharon. “Me robaste once años de mi vida. Estuve once años en el infierno. Ahora empiezas el tuyo, espero que estés en el infierno hasta la eternidad”.

Impresionó. A todos salvo a uno, al hombre al que se dirigió sin mirarle, el que durante más de una década la mantuvo prisionera y esclavizad­a, la torturó, la violó, la maltrató e incluso le provocó al menos un aborto a golpes. Ariel Castro, de 53 años, condenado al final a cadena perpetua, hizo oídos sordos a lo que dijo una de sus tres víctimas.

“Soy un enfermo y no un monstruo como me pintan”, proclamó en su alegato. Si Michelle confesó que “lloré cada noche durante los once años”. Castro replicó que en su casa, donde utilizó cadenas y montó sistemas de alarma para evitar fugas, se vivía en “armonía”. “Cometí errores, pe- ro no soy violento –insistió para asombro general–, las relaciones sexuales eran consentida­s, incluso a veces ellas me las pedían. No eran vírgenes cuando la recogí. Fueron felices en la casa”. Sostuvo que las tres jóvenes se han puesto en su contra por la influencia del FBI.

Tras recordarle que él había aceptado los 937 cargos imputados para librarse de la pena capital, el juez Michael Russo no se resistió a la réplica: “No creo que haya nadie en este país que acepte su opinión”. Castro no tuvo reparos en interrumpi­rle al para reiterar su condición de cordero.

Se presentó como víctima de abusos en la infancia, que lo llevaron a la pornografí­a y la adicción sexual. Habló del “arte de la masturbaci­ón”. Su mujer (ya fallecida) y sus hijos tampoco salieron bien parados de su descripció­n. “Tiene un narcisismo extremo”, le contestó el magistrado.

En cambio, el acusado se retrató como un buen padre de la niña que nació en el cautiverio.

“Separó a tres mujeres de sus familias y de sus comunidade­s, las hizo esclavas y las trató como si no fueran personas”, le precisó el juez al imponerle la sentencia “proporcion­al al daño”.

Aún resonaban las palabras de

Michelle Knight impresionó a todos, excepto al hombre al que se dirigía sin mirarle, Ariel Castro

Michelle. Sus dos compañeras de cautiverio –Amanda Berry y Gina DeJesus– no acudieron: sus familiares les representa­ron. Las tres lograron liberarse el 6 de mayo. “Gina me salvó la vida, me ayudó, no me dejó caer”, afirmó Knigth, secuestrad­a en el 2002.

Tenía un hijo de dos años, cuya custodia le habían retirado. Ayer lamentó que nunca más lo ha visto. También le enerva que nadie –en alusión a su familia– se preocupó al desaparece­r.

“Cada domingo ibas a la iglesia y luego venías a torturarno­s”, añadió sobre Castro. Le dejó un deseo, “espero que cada día mueras un poco en la cárcel”.

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AARON JOSEFCZYK / REUTERS
 ?? AARON JOSEFCZYK / REUTERS ?? Michelle Knight (izquierda) leyendo su testimonio; Ariel Castro, con mono naranja, escucha detrás
AARON JOSEFCZYK / REUTERS Michelle Knight (izquierda) leyendo su testimonio; Ariel Castro, con mono naranja, escucha detrás

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