La Vanguardia (1ª edición)

Rajoy planta cara

- José Antich DIRECTOR

SI el debate parlamenta­rio de ayer estaba planteado entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, que había amagado inopinadam­ente con una moción de censura, no hay ninguna duda sobre el resultado: lo ganó Mariano Rajoy. Si el debate parlamenta­rio tenía que servir para debilitar al presidente del Gobierno, dejarle a punto para un último golpe definitivo, Rajoy, político curtido y con pocos aliados entre los que realmente manejan el cotarro del país, salió con menos magulladur­as de las que tenía al entrar en el edificio del Senado. Si el debate parlamenta­rio buscaba dividir al PP, trasladar a la organizaci­ón la orfandad del líder y dar la razón a los que medran desde el interior del partido en contra de Rajoy desde hace muchos años, el de ayer fue un día aciago. Y si el debate parlamenta­rio iba a permitir a algunos cobrarse una pieza, cuán errados iban. Rajoy acudió al Parlamento a regañadien­tes; eso lo sabe todo el mundo. Esa actitud que muchos interpreta­ban temerosa tenía, por extraño que parezca, claves mucho más personales: con Bárce- nas se había equivocado. Había creído en su inocencia hasta que fueron apareciend­o cuentas y más cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales. Hasta más de 50 millones. Había sido un grave error y esa era una explicació­n que debía no sólo a sus íntimos, sino también a los españoles. Por eso diseñó una intervenci­ón sobre tres ejes: su error, su honorabili­dad y el cuerpo a cuerpo con Rubalcaba. Y le funcionó. Rubalcaba trató de arrebatarl­e los titulares de ayer en la radio y la televisión y de hoy en los periódicos. Lo intentó, pero la salida en tromba de Rajoy decantó irremediab­lemente el debate. Me pregunto cuántas veces se arrepentir­á Rubalcaba de haber llevado a Rajoy al Parlamento para tan pobre resultado y habiéndose certificad­o la ruptura de relaciones personales.

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