Rajoy planta cara
SI el debate parlamentario de ayer estaba planteado entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, que había amagado inopinadamente con una moción de censura, no hay ninguna duda sobre el resultado: lo ganó Mariano Rajoy. Si el debate parlamentario tenía que servir para debilitar al presidente del Gobierno, dejarle a punto para un último golpe definitivo, Rajoy, político curtido y con pocos aliados entre los que realmente manejan el cotarro del país, salió con menos magulladuras de las que tenía al entrar en el edificio del Senado. Si el debate parlamentario buscaba dividir al PP, trasladar a la organización la orfandad del líder y dar la razón a los que medran desde el interior del partido en contra de Rajoy desde hace muchos años, el de ayer fue un día aciago. Y si el debate parlamentario iba a permitir a algunos cobrarse una pieza, cuán errados iban. Rajoy acudió al Parlamento a regañadientes; eso lo sabe todo el mundo. Esa actitud que muchos interpretaban temerosa tenía, por extraño que parezca, claves mucho más personales: con Bárce- nas se había equivocado. Había creído en su inocencia hasta que fueron apareciendo cuentas y más cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales. Hasta más de 50 millones. Había sido un grave error y esa era una explicación que debía no sólo a sus íntimos, sino también a los españoles. Por eso diseñó una intervención sobre tres ejes: su error, su honorabilidad y el cuerpo a cuerpo con Rubalcaba. Y le funcionó. Rubalcaba trató de arrebatarle los titulares de ayer en la radio y la televisión y de hoy en los periódicos. Lo intentó, pero la salida en tromba de Rajoy decantó irremediablemente el debate. Me pregunto cuántas veces se arrepentirá Rubalcaba de haber llevado a Rajoy al Parlamento para tan pobre resultado y habiéndose certificado la ruptura de relaciones personales.