La oposición de Zimbabue tacha las urnas de “gran farsa”
Mugabe proclama su “abrumadora” victoria en las presidenciales
Empieza la pelea; primer asalto. Aunque la jornada electoral del miércoles en Zimbabue se desarrolló de forma pacífica, ayer el primer ministro y líder de la oposición, Morgan Tsvangirai, sacó toda su artillería verbal para protestar por las trampas de su adversario, el presidente Robert Mugabe, de 89 años y 33 al mando del Estado. Calificó los comicios de “una gran farsa que no refleja la voluntad del pueblo”.
Luego advirtió de que la estabilidad nacional se tambalea: “La manera soez en la que (el engaño) se ha llevado a cabo y la consiguiente ilegitimidad del resultado hundirá a este país en una grave crisis”. El Zanu-PF de Mugabe negó la mayor y recalcó que su victoria es “abrumadora”, pese a que aún no hay resultados oficiales y la Comisión Electoral tiene hasta el lunes para dar cifras definitivas. En Zimbabue es delito publicar resultados no oficiales.
El enfado de Tsvangirai, con la habitual indignación grandilocuente de la política zimbabuense, se debe tener en cuenta por dos cuestiones: el temor a que una estafa electoral degenere en violencia, como ya ocurrió en las últimas elecciones, y por la aceptación de un mal cálculo de los suyos. Antes de los comicios, varios miembros del partido Movimiento por el Cambio Democrático (MCD) daban por descontado que los esbirros de Mugabe harían trampas, pero confiaban en ganar. Ayer ya no estaban tan convencidos.
La pelea se libra ahora para ver quién es capaz de convencer a los demás de que su discurso es la verdad. El Zanu-PF insiste que su victoria no tiene peros y el MCD grita tongo.
Ambos partidos tienen aliados. Si los observadores de la Unión Africana no esperaron mucho para dar el visto bueno y dijeron que habían sido unos comicios justos y libres apenas dos horas después del cierre de urnas, ayer la Red de Apoyo a las Elecciones de Zimbabue,(RAEZ) una coalición de oenegés y organizaciones locales, dijo lo contrario. Aunque aplaudió la ausencia de violencia, la RAEZ, con un equipo de 7.000 observadores locales, detectó irregularidades “preocupantes”.
Según la coalición, a un millón de votantes se le negó el derecho a votar “de forma sistemática”, sobre todo en las ciudades, graneros de votos para la oposición. La mayoría de estos votantes fueron a sus colegios electorales para ver como su nombre no aparecía en las listas y se les invitaba a dar media vuelta.
El portavoz del Zanu-PF acusó a Raez de ser una herramienta financiada por Estados Unidos y el Reino Unido para desacreditar las elecciones. El Gobierno de Harare no ha permitido la presencia de observadores de Estados Unidos o de la UE pero ha invitado a misiones de China, Venezuela, Rusia, Irán y Cuba.
La palabra de la Comunidad de Desarrollo del África Austral, con Sudáfrica a la cabeza, será clave para determinar la credibilidad de las elecciones. Ayer el político sudafricano, Jacob Zuma, se congratuló de que no hubiera habido violencia durante los comicios y pasó de puntillas sobre la validez de los mismos a la espera de que el organismo se pronuncie oficialmente hoy. “Si Tsvangirai denuncia fraude, debe aportar pruebas”, zanjó.
La prudencia tiene su porqué. Sudáfrica, primera potencia económica de la zona y donde viven unos dos millones de zimbabuenses, muchos de ellos sin papeles, sería la primera afectada si se inicia una espiral de violencia en el país vecino. El recuerdo de la ola de zimbabuenses que huyó de los enfrentamientos de 2008 y la crisis económica está aún reciente en Pretoria.
Está por ver cuál será la reacción del campo de Tsvangirai si llega a consumarse la victoria de Mugabe, ya sea por medios lícitos o no. Ayer un veterano miembro y tesorero del MCD, Roy Bennet, llamó a una campaña de resistencia pasiva.
“Estoy hablando –dijo– de que la gente paralice el país; no paguéis las facturas, no trabajéis, simplemente haced que el país se paralice”, comentó a AFP. “Debemos resistir –añadió– contra este robo, y la gente de Zimbabue debe hacerse oír”. Al menos ayer nadie de su partido le secundó.