El mar como referencia
Ostres! Quin Raconet… un peculiar bistró marinero
Hace ya unos cuantos años que conocemos a esta familia. Quizás ya unos doce. O quizás más. Conocimos a Rosa Nonell cocinando arroces, suquets y pescados al horno –o simplemente a la sal– en el Racó del Navegant. Junto a ella, ocupándose de la sala, su hija Mónica Oleart. Hoy, ambas siguen al pie del cañón –Rosa en la cocina y Mónica en la sala– ocupándose del negocio familiar con eficaz y diligente afán.
Hace un par de años, Rosa y Mónica se plantearon la conveniencia de abrir un nuevo espacio, más informal y versátil, de aspecto y ambiente más desenfadado y, si cabe, más veraniego. Un nuevo espacio independiente, sin pompa ni pretensión de alta gastronomía. Atrevido, sencillo y modesto. Espontáneo y familiar. Un espacio más afín a las exigencias coyunturales y cambios que las circunstancias de cada momento
Un espacio sin pretensión de alta gastronomía; sencillo, atrevido y modesto; espontáneo y familiar
requieren a cualquier negocio, por bien que vaya.
La providencia, el azar o la casualidad hicieron que un local vecino –una tienda de motos de agua– se traspasara. Rosa y Mónica no se lo pensaron y pillaron el local, sobre todo cuando supieron que apuntaba a un frankfurt. Rápidamente contactaron con Lucky Mora, un buen amigo de Arenys de Mar y excelente interiorista. Le comentaron y transmitieron su idea. Lucky comprendió lo que ellas querían y materializó el proyecto convirtiendo el sueño de Rosa y Mónica en realidad. Con el nombre de Ostres! Quin Raconet se inauguraba a finales de mayo, hace dos meses, este simpático bistró marinero del Port Balís, vecino pero totalmente independiente del Racó.
Hemos llegado a Sant Andreu de Llavaneres pronto para poder comer a primera hora y con una cierta tranquilidad. Hace un día caluroso. Tenemos la opción de comer en el pequeño y agradable comedor interior con aire acondicionado –dos mesas grandes y tres de pequeñas de madera graciosamente pintadas–, pero optamos por comer en la terraza, al aire libre, frente al puerto.
Comemos lo que se debe comer en un bistró marinero: ostras, almejas de Carril, bígaros y cañaillas, langostinos al vapor y percebes, buey de mar, bogavante, todo de la manera más natural. Un bistró ubicado en una dársena, un espigón o frente a un puerto debe tener inevitablemente el mar como referente. Cocina de producto labrada y alistada en un concepto de absoluta sencillez, modestia y simplicidad.
Si les apasionan los ahumados, gozaran con el surtido de ahumados de Carlos Piernas, un sensacional producto ahumado a mano de forma absolutamente artesanal. Algo más elaborados pero de igual calidad y condición culinaria resultan platos como la centolla a la donostiarra, el pulpo a la gallega, los tacos de bacalao marinados con pimientos del piquillo, el tartare de atún con aguacate, la coca de sardinas con escalivada, el milhojas de anchoas y berenjena, el bacalao confitado o una versión particular del tradicional empedrat, que preparan con garbanzos y bogavante en lugar de bacalao desmigado y judías blancas. Un honesto e interesante Cobija del Pobre, un blanco cien por cien Godello D.O. Bierzo acompaña nuestra comida.
Para quienes no deseen ni ostras ni marisco, disponen de patatas bravas, una clásica ensaladilla rusa, el gazpacho de sandía, jamón ibérico, las patatas fritas con huevo, el foie en escabeche o el filete de ternera, simplemente a la plancha y envuelto en una fina lámina de lardo de tocino con patatas recién fritas. Como postres, la coca de Llavaneres es imprescindible. Nos atiende una ca-
Cocina de producto labrada y alistada en un concepto de sencillez, modestia y simplicidad
marera amable y servicial. El chef sale un par de veces a la terraza para interesarse por cómo nos va la comida. Son ya casi las cuatro y media. Una ligera brisa hace sentirnos francamente confortables, pero debemos partir. Mónica y Rosa han dejado, por unos momentos, su brega en el vecino Racó para ver si todo iba funcionando bien. El pequeño Miky de diez años –hijo de Mónica– se ha acercado un par de veces a nuestra mesa. Husmea, curiosea, observa, opina. Nos comenta sus platos y postres preferidos. Da toda la sensación de que el chaval es un auténtico goloso, un pequeño, jovencísimo gourmet. ¿Es quizás el palpable presagio, el perspicaz guiño, la señal irrefutable de un futuro desembarque del pequeño en el negocio familiar?