Ensalada Eugene
Corría el año 1867. El éxito de la Exposición Internacional de París invitaba a pensar en el triunfo del espíritu del método. Escoffier aprovechaba sus descansos para disfrutar de las espectaculares instalaciones de la exposición en los Champs-duMars. Admirando el pabellón en el que se exponían los avances del Canal de Suez, apareció, de improvisto, la emperatriz Eugenia, quien era gran admiradora de la importante obra hidráulica. Cuando Auguste vio la elegante figura de la emperatriz, se sintió transportado a la indescriptible sensación que sintió al contemplar la belleza de La Source de Ingres, óleo ubicado en el museo de Orsay en París.
La fascinación que produjo en el gran chef la belleza de la emperatriz le llevó a pensar en dedicarle un poema anónimo o, mejor, inventar una receta para ella. Ese mismo día anunció su visita al restaurante Petit Moulin Rouge, del que era chef Escoffier, el emir de Argelia, con un séquito de siete invitados.
Auguste y Rohant, propietario del restaurante, se reunieron para decidir el menú. El menú terminaba con un plato principal compuesto por “selle d’agneau” acompañado de berenjenas al gratén y, precediendo a este plato, se pensó en ofrecer una ensalada fresca y digestiva.
Escoffier tomó la palabra y sugirió confeccionar la ensalada Rachel (ya comentada en estas líneas) mejorándola con un detalle, sencillo pero definitivo.
El gran chef añadió a la delicada ensalada Rachel unas láminas de apio crudo bien fresco, con lo que la ensalada se vio enriquecida con un punto de frescor y aroma realmente espectacular.
Sencillamente, el toque del genio.