¿Un asesino anda suelto?
A los diez años de la muerte de Marie Trintignant, otro cargo para Bertrand Cantat
Un asesino anda suelto? Los periodistas Stéphane Bouchet y Frédéric Vézard conmemoran el décimo aniversario de la muerte de la actriz Marie Trintignant a manos del rockero Bertrand Cantat con un libro titulado L'amour à mort (el amor a muerte, l'Archipel).
Cantat no sólo es incriminado por la muerte de Marie, por la que fue condenado a ocho años de prisión y salió en libertad condicional, sino también por el suicidio de Krisztina Rády.
Rády, nacida en 1968 en Budapest, se ahorcó en Burdeos el 10 de enero del 2010. Intelectual, traductora, políglota –hablaba ocho lenguas– y organizadora de actos artísticos como directora cultural del Instituto Húngaro de París, en 1993 comienza su relación con Cantat, se casan cuatro años más tarde y tienen dos hijos.
El verano del 2002, en el Festival de Vaison-la-Romaine, Cantat y Marie se cruzan. Flechazo. Marie abandona al escritor y director Samuel Benchetrit; Cantat, a Rá- dy, embarazada. Sin embargo, Rády se volcará durante el juicio en apoyo del marido. Y su invitación a convivir nuevamente facilitará su libertad condicional. Pero el que regresa es otro. El
amor a muerte transcribe un mensaje que Rády dejó en el contestador de sus padres, seis meses antes de matarse. Un documento estremecedor. “Bertrand está loco. Cree que el nuestro es el gran amor de su vida y que todo va bien, salvo pequeños detalles. En la calle todo el mundo lo trata como a un icono, un ejemplo, una estrella. Y todo el mundo desea que sus cosas marchen. Después, vuelve a casa y hace cosas horribles conmigo, delante de su familia...”.
Los hijos van bien en la escuela, salvo que no pueden concentrarse. Y ya se supone por qué. En lo que aparece como una llamada de auxilio, pero con esa misma duda que hace que tantas mujeres retiren sus acusaciones, crean en la redención prometida, Rády vacila, se contradice, dice que lo que deja es un testimonio, luego teme por la vida del torturador: “Si vuelve a ser acusado sería capaz de suicidarse y dejar a sus hijos sin padre”.
En Vilna, en julio del 2003, sin otra cosa que hacer que aguardar el fin de cada jornada de rodaje, sintiéndose aislado por la familia del cine y el clan Trintignant –Nadine dirigía con su hijo Vincent de asistente; Marie protagoniza- ba y actuaba uno de los cuatro vástagos que tuvo con otros tantos padres–, Cantat habría sido devorado por los celos.
“El detenido –escribía en el 2005 uno de los psiquiatras que visitó a Cantat en prisión– presenta signos de personalidad dependiente, una fragilidad narcisista y una seria inmadurez afectiva, rasgos que favorecieron una relación pasional, con crisis de angustia que facilitaron el pasaje al acto”.
Pero además del luto de los Trintignant y los Rády, el crimen de Vilna sirvió como detonante de un tema, la violencia de género, tan común en Francia como en España, pero con menor eco mediático.
Y aniversario y libro coinciden con el anuncio de la discográfica Barclay del primer disco en solitario de Cantat, emblemática voz en la década de 1990 del grupo de rock más célebre de Francia, Noir Désir. Habrá polémica. Ya en el 2011, Jean-Louis Trintignant, padre de Marie y su compañero en recitales poéticos, se borró de la programación de Aviñón cuando fue anunciada una pieza con música del asesino de su hija.