En las entrañas de la política
‘El estudiante’ abunda en un cine interesado no ya en grandes causas sino en los rituales del poder
El cine político, como el periodístico y el drama judicial, consolidó su condición en la medida en que era un género moral. Resumiendo mucho, la causa del cine periodístico era la verdad; la del cine judicial, la justicia, y la del político, la libertad. Pero sea por la sofisticación de la narrativa cinematográfica o por la asombrosa crisis política que atraviesa occidente, el caso es que el cine político hoy ya no se fija en las grandes causas tanto como en sus entresijos. En esas coordenadas inscribe su rela-
El director argentino Santiago Mitre fija la atención en los juegos de poder: las ideas son sólo parte del atrezo
to El estudiante, de Santiago Mitre, que hoy se estrena en España y que logró un rotundo aplauso crítico en Argentina, además de un inesperado baño de premios.
El estudiante narra el paso del joven Roque Espinosa (Esteban Lamothe) por la universidad y su repentina fascinación con la política. un hechizo que, comme d’habitude, tiene su causa en una muchacha hermosa y comprometida, Paula (Romina Paula), profesora adjunta del centro. Roque, que nunca antes había mostrado vocación ninguna, ni por la política ni por la universidad, y mucho menos por la combinación de ambas, descubre que posee dotes para su ejercicio y se apasiona con su peculiar y exigente praxis.
La película de Santiago Mitre, guionista de Leonera (2008), Carancho (2010) y Elefante blanco (2012) que aquí debuta en la dirección, emplea el lenguaje político y los abundantes debates a los que asiste Roque como un elemento de ambientación; cada una de las pláticas filomarxistas que se escuchan en El estudiante son antes parte del atrezo –o de la música– que de la sustancia narración. La tensión dramática, emancipada de la ideología, se centra en el despliegue de tácticas, órdagos, secretos, pactos, alianzas y traiciones de que se compone la acción política, en un sugestivo correlato de aquello en lo que la propia política se ha con- vertido –y quizá hoy es un buen día para entenderlo–, toda vez que el significado de su exuberante locuacidad ocupa un lugar secundario respecto a la dramaturgia, al cálculo y a la pugna que la envuelven y que se han vuelto su sustancia. No está sola la cinta de Mitre en esta disección de la morfología de la acción política.
El cineasta francés Pierre Schoeller estrenó en España el pasado abril El ejercicio del poder (2012), en la que el actor Olivier Gourmet daba vida al ministro Bertrand Saint-Jean. La atención del también guionista Schoeller, como expresa en el título (en el original, aún más expresivo, L’exercice de l’État), no se fija en qué hace la política, sino en cómo. Schoeller y Mitre proponen relatos centrados en la coreografía tan abstractos que se aproximan al cine procedimental.
Otro título reciente, con el que la película de Mitre posee un sutil vínculo, es el filme de George Clooney Los idus de marzo (2011), en el que un ambicioso coordinador de campaña (Ryan Gosling) descubre que las reglas de la lid política son incluso más esquivas de lo que un jugador avezado, como es el caso, barrunta. La cinta de Clooney da un paso más en una senda transitada antes por Primary Colors (1998), de Mike Nichols, y El candidato