“La gente que ejerce la política tiene una visión distinta de todo”
Santiago Mitre, director de ‘El estudiante’
Con la misma verbosidad que sus personajes, Santiago Mitre (Buenos Aires, 1980) habla sobre su primer largo como director con una disimulada satisfacción por que la crítica entendiera en su país que era una parábola política pero nadie supiera decir de qué sesgo. Objetivo cumplido. El filme se estrenó en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires y obtuvo el premio Especial del Jurado. Entre otros muchos, ganó el premio India Catalina a mejor película en el Festival Internacional de Cine de Cartagena y cuatro premios más de la Academia de Cine Argentina.
Su protagonista, Roque, tiene una peculiaridad: no le interesa la política como medio sino como fin, no tiene objetivos políticos. Eso es exactamente así. La película trabaja sobre los procedimientos desde la concepción del personaje: Roque carece de formación o interés por la política a priori. Descubre el interés a través de la práctica y descubre una forma en la que puede ser útil, y a la vez va experimentando el reconocimiento de los demás a lo que hace. Todo eso le despierta deseo de progreso, ambición. Pero esa evolución, ese aprendizaje sobre cómo funciona la máquina de la política, lo lleva a una encrucijada donde tiene que tomar partido. O no.
¿Por qué eligió un acercamiento tan abstracto? Porque es algo que yo veo cuando observo la política: hay algo que es como un círculo vicioso, como un gran juego de estrategia y de puesta en escena, de objetivos cruzados.
Funciona como un juego de fractales: elegir representantes universitarios reproduce a pequeña escala los juegos que la política real? La película tiene una relación pendulante con su objeto: no importan tanto hablar de la política universitaria, ese es su objeto, pero va y viene entre ese discurso sobre las grandes maquinaciones de la política y la especificidad de la política universitaria. Y ese espacio acaba siendo una metáfora, un escenario del que la ficción se apropia para hablar de otras cosas.
Y hay una lejanía con el objeto, un desapasionamiento. Parece hablar de las inquietudes de progreso de los estudiantes, pero éstas quedan muy en segundo plano. Si llevásemos al máximo el procedimiento de la película, el asunto sería X, no tendría ni que nombrarse. Porque el mundo que retrata es un mundo completamente marciano, hasta en los nombres de las asociaciones de estudiantes: La Brecha, La Juntada, El Espacio... Cuando trabajábamos en el guión queríamos que ese ámbito se narrase con un nivel de extrañeza tal que uno terminase por resignarse comprendiéndolo y que entendiese que lo que importa no es eso, no es lo que se dice o se nombra, sino el juego que se pone en marcha cuando los que ejercen la política persiguen sus objetivos.
En su filme hablan por ejemplo de marxismo pero en realidad no están hablando de eso. Eso es así y el diálogo en esta película funciona de forma contextual. Se discuten cosas pero lo que importa no es lo que se está
discutiendo, sino la discusión.
¿Diría que es cínica su visión de la política? No creo. Es muy minuciosa y exhaustiva. La gente que ejerce la política tiene una visión distinta de todo: cuando un político dice “esto es política”, está diciendo algo, está diciendo que hay reglas que el común no entiende. Claro, la pregunta es dónde está el límite de este juego, pero eso ya tiene que ver con la moral, la ideología, el carácter...
¿Por eso un personaje sin convicciones?
Exacto. Ni sabe lo que son.