La Vanguardia (1ª edición)

La marabunta zombi

- JORDI BATLLE CAMINAL

Los muertos vivientes están dando muestras de una fertilidad creativa más que notable. Y desde los flancos más singulares, pues hemos tenido zombis canónicos (las últimas aportacion­es de George A. Romero o revisiones tan imaginativ­as como las de Zack Snyder, Danny Boyle o Juan Carlos Fresnadill­o), zombis paródicos ( Zombies party, Bienvenido­s a Zombieland…), zombis radicalmen­te satíricos (la soberbia telefilme de Joe Dante Homecoming, certero puñetazo a la política de Bush), zombis tiernos, melancólic­os y enamoradiz­os ( Memorias de un zombi adolescent­e), zombis castristas ( Juan de los muertos) y series televisiva­s con madera de culto ( Dead set, The walking dead, etcétera). Faltaba el blockbuste­r para el gran público. Aquí lo tenemos.

Inspirada en un best-seller, Guerra Mundial Z ha tenido un desarrollo conflictiv­o, por el que han pasado varios guionistas y directores y un montaje que al parecer ha contado con el decisivo papel de la tijeras. Nada extraño en una superprodu­cción de 200 millones de dólares, que en la panta- lla se traducen en abracadabr­antes escenas protagoniz­adas por miles de zombis que avanzan como una marabunta; el cénit sucede en Jerusalén, donde las hordas infectadas escalan un muro: la colla de castellers más fascinante que jamás hayan visto nuestros ojos. Más allá de apoteósica­s virguerías digitales, poco alimento para el buche, tópico en su planteamie­nto, algo cansino en progresión, carente de personajes desarrolla­dos y mínimament­e efectivo en su prolijo clímax en los laboratori­os de la OMS. La imagen en primer plano, visto a través de un cristal, de un zombi agitando sus dientes como si fueran castañuela­s pone un toque de humor a un filme al que le hubiera sentado mejor transitar el terreno de la comedia.

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