La Vanguardia (1ª edición)

Leonskaja, con brillo propio

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

Se suele apuntar, al hablar de Elisabeth Leonskaja, la última gran dama de la escuela pianística rusa, que en su haber está el hecho de que el mítico Sviatoslav Richter la considerar­a su digna heredera. Lo cierto es que tocaban a dúo siendo ella muy joven –“a él le gustaba tocar conmigo”, comentó en una ocasión a La Vanguardia, “pero yo era todavía una artista muy menor”–, si bien con el tiempo, aquella artista ha brillado con inmensa luz propia, y acaso no sea del todo justo insistir aún hoy, a sus 67 años, en la gracia de haber sido “elegida” por el más grande pianista del siglo XX.

Mujer sencilla y apasionada, para Leonskaja es un placer contar cada verano con algún recital en la Costa Brava. Lo cierto es que la suerte la tiene el público de los festiva- les veraniegos al poder asistir a sus actuacione­s. Esta noche debuta en el festival de Torroella, en el nuevo Espai Ter –“nuestra joya de la corona”, como la denomina el director artístico del certamen, Josep Lloret–, y lo hace con un programa de sonatas que conducirá al público del clasicismo de Mozart al romanticis­mo de Beethoven, para acabar con su ex- traordinar­ia versión de La gran sonata de Chaikovski.

Nacida en Tiflis, Georgia, en 1945, Leonskaja pertenece a esa generación musical que gozó de una buena educación –con Jacob Milstein en el Conservato­rio de Moscú–, pero que se vio obligada a dejar la URSS, entre otras cosas por su condición de judía. Partió en 1978, fijando su residencia en Viena. Su aparición en el Festival de Salzburgo de 1979 marcó el inicio de una renacida carrera internacio­nal. Una vez caído el Muro, Richter fue el primero en invitarla a tocar en Moscú. Hoy brilla en los festivales más prestigios­os de Europa. Echen un vistazo a su magnífica discografí­a (www.festivalde­torroella.cat).

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