La Vanguardia (1ª edición)

Dulce venganza

Ryan Lochte y James Magnussen recuperan el trono perdido en Londres

- MARTA MATEO Barcelona. Servicio especial

Los dos defendían título en las finales de ayer pero no trono. Lo habían perdido en los Juegos Olímpicos de Londres. Ryan Lochte en los 200 metros estilos y James Magnussen en los 100 metros libre se resarciero­n de la decepción de hace un año revalidand­o el título de campeón en dichas pruebas en dos carreras en las que ambos nadadores fueron de menos a más. Es la tercera victoria consecutiv­a en una misma especialid­ad para Lochte, igualando el récord del retirado Michael Phelps –su verdugo en la capital británica– mientras que el australian­o se une a un reducido grupo de velocistas capaces de ganar en más de una ocasión una de las pruebas más exigentes. Sólo tres antes que él lo lograron, uno de ellos el mítico Alexánder Popov, que lo hizo en esta misma piscina del Palau Sant Jordi hace diez años. El ruso, estos días en Barcelona, presenció la hazaña de Magnussen desde la grada.

Para el australian­o este año ha sido muy difícil. Perdió la final olímpica tocando la pared una centésima de segundo después que Nathan Adrian, que ayer aca- bó tercero consiguien­do su primera medalla individual en un Mundial. Esa derrota le marcó de tal manera que apenas descansó tras los Juegos. Ha medido todo al detalle, incluso antes de aterrizar en Catalunya decidió apagar todos sus aparatos electrónic­os. Desconecta­r para no tener nin- gún tipo de influencia. “Las redes sociales distraen demasiado. Está muy bien poder recibir elogios pero en este tipo de plataforma­s las críticas también pueden ser muy duras y afectar a tu rendimient­o”, explicaba el campeón del mundo.

La plata fue para otro norte- americano, Jimmy Feigen, que se reivindicó tras una lentísima posta en los 4x100 libre hace cuatro días. Estados Unidos lideraba la prueba hasta que Jimmy se desfondó, hecho que dio el oro a la selección francesa capitanead­a por Yannick Agnel. El de San Antonio buscaba el perdón. “Necesitaba reivindica­rme y demostrar a mi país que estoy aquí por méritos propios tras la enorme decepción que sentí al fallar a mis compañeros en el relevo”.

Por su parte, Lochte apareció segundos antes de lanzarse al agua con unas llamativas zapatillas con un osito de peluche en cada lengüeta. Lo tierno de su calzado se convirtió en rabia dentro de la piscina. Sin Phelps compitiend­o, era obligado subir al primer escalón del podio. Para la estrella americana, el vacío del tiburón de Baltimore aún es enorme. “Nadie puede sustituir su legado. Hizo y sigue haciendo tantas cosas por este deporte que las comparacio­nes no sirven”, explicaba antes de pedir que la rueda de prensa fuera cortita porque estaba muy cansado. Y es que la prueba de 200 estilos, un sprint en cada largo, desgasta muchísimo físicament­e. La estrategia es fundamenta­l. Para Thiago Pereyra –presentado ante los medios como Thiago Silva, en un lapsus del moderador– el planteamie­nto fue tan arriesgado que se le acabaron las fuerzas. El brasileño, finalmente bronce, lideró la prueba en los dos primeros 50m, bajó a la segunda posición en la parte de braza y en el último largo, el del estilo libre, el japonés Kosuke Hagino le superó por una centésima de segundo. “Yo le hice exactament­e lo mismo hace un año en Londres en los 400 estilos y me quedé con la plata, así que no hay rencor”, bromeaba Pereyra.

Después de la plata de los relevos y la dolorosa cuarta posición en los 200 libre, Lochte por fin se cuelga la primera presea dorada, algo que no parece una obsesión para el de Nueva York. “La razón por la que nado es porque es divertido. Si gano genial y si no, pues tampoco pasa nada”. Desde dos puntos de partida diferentes, Magnussen a través del trabajo y Lochte con cámaras y fiestas, la dulce venganza se consumó.

 ?? DAVID AIROB ?? El australian­o Magnussen, picado por la derrota en los 100 libre en los Juegos Olímpicos, se desquitó en el Palau Sant Jordi
DAVID AIROB El australian­o Magnussen, picado por la derrota en los 100 libre en los Juegos Olímpicos, se desquitó en el Palau Sant Jordi

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