Zinemaldia olvida a Villeneuve
La venezolana ‘Pelo malo’ gana por sorpresa la Concha de Oro
un cine pequeño, modesto en medios, de vocación hiperrealista, centrado en lo común y lo inmediato, en tragedias –pequeñas y grandes– que laten bajo la piel de lo trivial.
Es elocuente en este sentido el triunfo rotundo de la española La herida. de Fernando Franco, que se alzó con el premio especial del Jurado. El filme, radical en su formulación narrativa al acercarse al trastorno de personalidad de su protagonista, también logró una aplaudidísima Concha de Plata a la mejor actriz para Marian Álvarez, quien soporta en primer plano la descripción minuciosa de la articulación de su neurosis, con una intensidad no vista desde que los hermanos Dardenne sometieran a Émilie Dequenne a un escrutinio similar en Rosetta, que barrió en la edición de 1999 del Festival de Cannes. Álvarez fue con mucho la que se llevó la ovación más sonada y, en justa reciprocidad, la que recibió la Concha de Plata con una más evidente emoción.
Igualmente centrado en lo cotidiano, pero con un lenguaje muy alejado del realismo estricto de los anteriores, el joven cineasta
Abucheo rotundo el que logró ayer el jurado del LXI festival de San Sebastián, presidido por Todd Haynes, al dejar fuera del palmarés al favorito, Denis Villeneuve, cuya consagración como director ha auspiciado este certamen con la conjunción de Enemy, que competía en sección oficial, y Prisioneros, presentada en sesión especial acompañando el premio Donostia de Hugh Jackman. Dos muestras, las de Villeneuve, de cine antitético –una fábula intimista y obsesiva de bajo presupuesto, y un magnífico y desasosegante thriller policial producido por un gran estudio. A cambio, entregó la Concha de Oro a la venezolana Pelo malo, de Mariana Rondón, relato sobre la infancia, las anomalías de los afectos familiares y las precocidades de la identidad sexual y emocional, sobre el fondo de esquizofrenia social y política del chavismo venezolano, una propuesta tan modesta en sus medios como, en el fondo, en sus resultados.
Una edición que arrancaba intentando desagraviar a Juan José Campanella por el desdén de hace cuatro años a su mejor película, El secreto de sus ojos (2009) –ofreciéndole la inauguración para su incursión en la animación– terminó creando un nuevo agravio con Villeneuve, que si ya en Incendies (2011) sorprendía por sus habilidades de cineasta y su riguroso respeto al espectador, cuya inteligencia es convocada a participar de sus rompecabezas, en esta semana donostiarra se ha convertido en cineasta mayor merced a sus dos películas –rodadas consecutivamente–, opuestas y a la vez impregnadas de una coherencia profunda en su exploración de las pesadillas del hombre contemporáneo.
En todo caso, no se puede reprochar falta de coherencia, pues este palmarés es perfectamente consecuente, de principio a fin, al tiempo que revelador de los asuntos que despertaban el interés de los jurados: apostaron por
lo,
Pelo made Mariana Rondón
Fernando Eimbcke, por Club Sándwich
Bertrand Tavernier, por Quai d’Orsay
Marian Álvarez, por La herida
Jim Broadbent, por Le Week-End
Pau Esteve Birba, por Caníbal
La herida