Por un trozo de Lenin
La estatua caída en Kíev reúne a curiosos, nostálgicos y cazadores de recuerdos
No tenéis un martillo más grande?”, pregunta uno de los hombres que rodean la mole descabezada de mármol. Con su pequeña herramienta golpea lo que queda de la estatua de Lenin para llevarse un trozo de recuerdo. Pero ni siquiera consigue mellar la piedra.
Cientos de curiosos se acercaban ayer hasta el bulevar Shevchenko del centro de Kíev para ver los restos del único monumento del líder de la revolución rusa que quedaba en la capital ucraniana. El domingo los manifestantes proeuropeos la derribaron en un simbólico gesto dirigido al presidente ucraniano, Víktor Yanukóvich, pero sobre todo a Rusia. Ayer, la cabeza ya no estaba, ni las manos.
“Él fue el gran héroe de la revolución. Yo no soy comunista, soy demócrata. Tiene un gran simbolismo para nosotros, pero me parece bien que la tirasen. Superaremos la nostalgia, pero tenemos que pensar en el futuro para que Ucrania pueda compararse al país de usted, a Francia, a Alemania”, dice Anatoli Tserán, un ferroviario jubilado.
Miles de estatuas de Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, se levantaron a lo largo de la antigua Unión Soviética tras su muerte, ocurrida en 1924. Tener a Lenin en la plaza central de la ciudad era una prerrogativa. Tras el colapso del bloque comunista en 1991, muchas de ellas fueron derribadas o retiradas, especialmente en las repúblicas donde se consideraba a la URSS como el invasor. Fue el caso de las repúblicas bálticas.
Para millones de ciudadanos exsoviéticos, sin embargo, Lenin siempre ha tenido un halo de respeto por ser el hacedor de la revolución y el fundador de un nuevo país. Nada que ver con su sucesor, Iósif Stalin. A este se le responsabiliza en Ucrania de las hambrunas de los años treinta, que costaron millones de vidas. Por eso en Rusia, Ucrania o Bielorrusia la estatua de Lenin sobre- vivió a los noventa. En Ucrania sigue en pie en varias ciudades, especialmente del este y del sur.
La que acaba de caer en Kíev se levantó en 1946 para conmemorar el décimo aniversario de la Constitución de Stalin.
“Este acto es testimonio de lo que está sucediendo. Esta no es una revolución o un proceso democrático, sino una revuelta neonazi diseñada para tomar el poder”, reaccionaba el diputado comunista Oleksánder Holub.
Del derribo se culpa a los nacionalistas del partido Svoboda (Libertad). Yuri Sirotiuk, su portavoz, afirmaba que la estatua estaba en la calle de forma ilegal, ya que un decreto del 2009 del entonces presidente Víktor Yúschenko la prohibió.
“Han sido todos los manifestantes europeístas los que la han echado abajo”, sentenció.