El ala dura
Una corriente de opinión (publicada) percibe un notable giro a la derecha del Partido Popular. Según los indicios, el señor Rajoy estaría tratando de evitar una sangría de votos que se pierden por las cañerías del desencanto, por su engañosa falta de energía ante asuntos sensibles de la vida nacional. Esos sectores críticos se emocionan ante los diagnósticos de José María Aznar. Leen con ansiedad la producción literaria de Esperanza Aguirre. Se alistarían al ejército de Jaime Mayor Oreja si organizara levas para desalojar a Bildu. Y están dispuestos a peregrinar a la Moncloa a exigirle al líder que haga el favor de contener a los sediciosos Mas, Junqueras y compañía.
Así que el señor Rajoy se dispone a dar un volantazo, o eso suponen los analistas, y vamos a ver lo que en otros tiempos llamábamos involución. El catálogo de factores involucionistas no está terminado, anda en periodo de correcciones, pero promete: ahí está ese proyecto de ley del aborto que tanto le cuesta redactar a Ruiz-Gallardón; la conversión de las comisarías en sustitutas de los juzgados en materia de seguridad; la idea de suprimir órganos de poder en las autonomías; la lenta, pero decidida, centralización y un endurecimiento del discurso político, que es, en el fondo, lo que reclama ese difuso sector conocido como ala dura.
Son las tensiones normales en un partido que gobierna. A los gobernantes socialistas les ocurría al revés: como eran de izquierdas, sus críticos les censuraban que se estaban volviendo conservadores. A los díscolos del PP habría qué preguntarles en qué puntos de su política Rajoy es ahora más progresista que hace dos años. De qué se quejan, si hasta en Hacienda apartan a los socialistas que habían quedado camuflados en el organigrama; si el ministro Wert ha sacado su ley educativa sin incrustaciones ideológicas ajenas; si dominan el Tribunal Constitucional y el Consejo del Poder Judicial, o si no hay una sola cesión ante las aspiraciones soberanistas catalanas. Yo creo que les excitan los resultados de Rosa Díez en las encuestas. Y representan una imprecisa, una leve nostalgia de la contundencia de Aznar. Lo inquietante es que empiezan a ganar.