Caminar sobre el alambre
Los equilibrios siempre son difíciles de conseguir y no es extraño que a fuerza de circular por el alambre te acabes cayendo. Ahora hay otro ejemplo, después de que la doctrina Parot propiciara que delincuentes no reinsertados salgan de las cárceles.
La cuestión es que no abandonan las prisiones por las buenas, sino tras haber cumplido largas condenas: de haber saldado su deuda de acuerdo con la ley de este país. Las víctimas demandan unas garantías a las que tienen derecho, pero que no dejan de chocar con el derecho que tienen quienes han cumplido la pena. Para ello se ha inventado un nuevo término: vigilancia no invasiva. (Por cierto, una forma de retorcer el lenguaje: ¿puede ser una vigilancia no invasiva?)
He aquí el difícil equilibrio: las víctimas tienen derecho a estar tranquilas. Y quienes han cumplido condena, a rehacer su vida, lo que es una meta constitucional. Que ahora la doctrina Parot lo haya puesto sobre el tapete tampoco nos puede hacer olvidar que antes también quedaban en libertad personas condenadas por violación sin que existiera esta escandalera, a la que el circo mediático, a veces muy poco democrático, no contribuye a apaciguar.
Al final hay que preguntarse en qué país queremos vivir: si con listas y pasquines vecinales o en uno con medidas que garanticen los derechos de víctimas y de la sociedad a vivir tranquila, pero también de los condenados, sin dejarlos en un callejón sin salida. Y al legislador corresponde encontrar este equilibrio, y si puede ser, antes de que lamentemos episodios desgraciados.