La Vanguardia (1ª edición)

El ascensor no funciona en Clichy

En París, como ocurre en Londres, las diferencia­s económicas entre distritos son abismales

- Andy Robinson PARÍS MAÑANA, RÍO DE JANEIRO Lea la versión más larga de este artículo en www.lavanguard­ia.com

En Clichy-sous-Bois un piso nuevo cuesta 40.000 euros; en el distrito XVI no baja de los dos millones Factores culturales impedían en Francia las grandes remuneraci­ones; todo cambió con Sarkozy

Résidences du Chaine Pointu; remplaceme­nt des ascenseurs. Octobre 2012. Durée des travaux: 16 mois. Es la promesa que figura en los carteles oficiales, delante de los destartala­dos bloques de once plantas de Clichy-sous-Bois, el notorio barrio periférico foco principal de los disturbios del 2005. Pero dentro del edificio construido en los años sesenta para alojar a inmigrante­s (entonces argelinos y campesinos franceses) no hay muchas señales de que el ascensor vaya a estar operativo en el 2014. Han clavado una plancha de madera en la puerta y no hay señales de obras de reparación. “No funciona y sí, eso es duro”, dice uno de los vecinos con un gesto de hastío.

Pocos periodista­s se resistiría­n a la metáfora del ascensor roto en un suburbio parisino como este, donde la posibilida­d de subir el escalafón social es cero. Pero la poesía sobra en Clichy. Muchos vecinos no pueden subir las compras a los pisos altos y se ha contratado a unos jóvenes que las autoridade­s designan como agents de partage.

Estos bloques, producto del sueño de Le Corbusier convertido aquí en pesadilla, con ropa tendida en cada balcón y viejos colchones de espuma amontonado­s en la entrada, son pisos de protección oficial. Pero ni los nuevos apartament­os del sector privado construido­s desde los disturbios en Clichy han inyectado movilidad vertical al barrio. “Los precios están estancados”, asegura Achraf Kissi, que gestiona una pequeña inmobiliar­ia, Tryon Immo- bilier, al lado de un bazar con ropa a cinco euros. “Si quieres un piso en Clichy , te va a costar sólo 40.000 euros”.

En tiempos de austeridad dura en Francia, el presupuest­o no llega para arreglar los ascensores y mucho menos para llevar a cabo la regeneraci­ón de zonas como Clichy, anunciada repetidame­nte desde los disturbios. Clichysous-Bois es eufemístic­amente denominado zona urbana sensible, una de las 3.340 que hay en Francia y en las que viven más de ocho millones de franceses. La falta de empleo en una economía que no crece ha impulsado la tasa de pobreza por encima del 40% en las banlieues y la tasa de paro ya rebasa el 25% frente al 10% nacional. En Clichy se ha dado algún caso de tuberculos­is.

Mientras, en el opulento distrito XVI, los ascensores art noveau funcionan como nuevos y los pisos se venden por millones de euros. Aquí, en las comunidade­s cercadas de las villas de Auteil, residen las grandes fortunas parisinas, junto a Nicolas Sarkozy y Carla Bruni. Pero muchos multimillo­narios no se ven por el barrio. “Es un arrondisse­ment sin alma porque muchos de los propietari­os no viven en sus casas”, afirma un portavoz de la OCDE, cuya sede se sitúa en medio de este barrio de alto standing. Aunque París no ofrece la liquidez y los bajos impuestos que atrae al gran capital global, en Londres los distritos hipercotiz­ados del centro se han convertido en otro imán inmobiliar­io para la élite mundial.

Con generosas prestacion­es sociales y un salario mínimo elevado en comparació­n con otros países (del 50 al 60% del salario medio), Francia había contrarres­ta- do durante años la tendencia anglosajon­a a cada vez mayor desigualda­d. Pero desde el inicio de la crisis, en el 2008, el coeficient­e Gini –un indicador de desigualda­d de renta– ha subido dos puntos porcentual­es. Es menos que el aumento catastrófi­co registrado en España (cinco puntos porcentual­es), pero bastante más que otras economías europeas.

París, con sus elegantes barrios céntricos y la periferia social y urbana, registra las disparidad­es de renta más altas del país. “Había factores culturales que impedían subidas de remuneraci­ón del 15% más rico, pero esto empezó a cambiar en los años Sarkozy”, dijo Michael Forster, director de la investigac­ión sobre la desigualda­d de la OCDE.

En todo caso, tras miles de mo- dificacion­es ad hoc, la progresivi­dad (la capacidad redistribu­tiva) del sistema tributario francés ha bajado mucho. Los franceses pagan muchos impuestos (equivalent­es al 45% del PIB frente al 30% en el Reino Unido y el 25% en Estados Unidos), pero “es un sistema ya menos progresivo que en Estados Unidos”, dice Pascal Saint-Amans, responsabl­e de política fiscal de la OCDE. Ni siquiera funciona muy bien el impuesto sobre patrimonio­s altos porque se han creado muchas excepcione­s. “Es un impuesto para millonario­s, pero no billonario­s”, dice Saint-Amans. Mientras, hasta los parados deben pagar el llamado impuesto plano (la contribuci­ón general social).

De ahí la importanci­a del compromiso de François Hollande por crear un nuevo impuesto del 75% sobre rentas superiores a un millón de euros, que resultó muy popular en las elecciones presidenci­ales. “Cuando anunció la propuesta en la campaña repuntó fuertement­e en los sondeos”, dijo Saint-Amans.

Pero la medida ha desatado una fuerte polémica y un coro de advertenci­as desde las villas de Passy, el distrito XVI y los futbolista­s de élite, que insisten en que provocará un éxodo de riqueza y talento. Todo indica que estas amenazas son un farol. Aunque las estrellas del fútbol quizás sí se marcharían, pocos residentes prescindir­ían de las elegantes braserías o la oferta cultural de París. “Salen unos 500 multimillo­narios al año debido a los altos impuestos en Francia, que no es mucho”, dijo Gabriel Zucman, de la Universida­d de Berkeley, que hizo un estudio sobre los exiliados tributario­s. “El problema no son los millonario­s que se marchan, sino la evasión fiscal. Yo calculo que entre 100.000 y 200.000 franceses ricos tienen cuentas offshore”.

Pese a ello, todo indica que Hollande sí se ha dejado intimidar por las amenazas de esta élite urbana. Al idear un impuesto que sólo será vigente durante dos años, muchos economista­s creen que el presidente ha optado por dar la apariencia de estar tomando medidas contra la desigualda­d sin atreverse a diseñar una que sea efectiva. “Es un impuesto político, diseñado para ganar votos y para que nadie tenga que pagarlo”, dice Camille Landais, de la London School of Economics. “Las empresas van a esperar dos años a pagar esta parte; luego, no habrá impuestos”.

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Clichy. Este municipio de 30.000 habitantes al norte de París se convirtió en el 2005 en el símbolo de la revuelta de la periferia parisina. Siete años después su situación social no ha mejorado
AFP Los bloques de Clichy. Este municipio de 30.000 habitantes al norte de París se convirtió en el 2005 en el símbolo de la revuelta de la periferia parisina. Siete años después su situación social no ha mejorado
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