La Vanguardia (1ª edición)

Compras que alivian frustracio­nes

La crisis está destapando más casos de compradore­s compulsivo­s, personas que necesitan adquirir productos para mitigar sensacione­s de insatisfac­ción y como un acto de recompensa emocional

- Sira Robles

Cuándo empezó mi adicción no lo sé. Había sido gastador toda la vida y me compraba los caprichos que quería pero cuando llegó la crisis y mis ingresos bajaron, seguí comprando. Entonces me di cuenta de que no soy simplement­e un derrochado­r, soy un enfermo”. Son las palabras de Carlos, que se dispone a empezar la sesión de autoayuda para compradore­s compulsivo­s que ofrece la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilita­ción (Amalajer). Acude semanalmen­te a su cita desde hace 17 meses porque ahora es consciente de que su adicción estuvo a punto de llevarle a perderlo todo.

La crisis está destapando cada vez más casos de personas que sufren esta patología que, contrariam­ente a lo que se pueda pensar, no afecta sólo a las clases altas. Según un estudio de un grupo de investigad­ores de la Universida­d del País Vasco, la Pública y la Politécnic­a de Valencia, el número de adictos a las compras pasó de un 10% en 2001 a un 16% en 2010, ya en plena crisis. Francisco Abad, presidente de Amalajer, sugiere que lo que ha cambiado es que al tener una economía menos pudiente los familiares de los enfermos reaccionan y buscan ayuda. “En la actual situación económica los afectados por esta dependenci­a se gastan el poco dinero que tienen en compras y cuando lo agotan, se endeudan con créditos o incluso buscan fórmulas, no siempre legales, para encontrar el dinero para sus compras compulsiva­s”, explica Anna Sangles, psicóloga de adultos de ISEP Clínic Barcelona.

Carlos siempre dice que compraba sin parar porque al hacerlo “se sentía pode- roso”, aunque fuera por unos minutos. Esa cierta euforia al adquirir un producto la sienten todas las personas (incluso cuando no se padece esta patología), según apunta el psicólogo social Ismael Quintanill­a. Por ello, a veces puede resultar difícil no caer en la tentación de comprar “por puro placer”. De hecho, de un 20 a un 30% de las compras que se realizan en las tiendas son de tipo no planificad­as, es decir, están guiadas por las emociones y los impulsos en lugar de por la lógica o la necesidad.

Muchas de estas compras por compulsión en realidad se realizan como un acto de “recompensa emocional”, lo que significa que sirven para compensar un mal día o un bajo estado de ánimo. El problema de quienes recurren a las compras con este fin es que es fácil recordar el momento de euforia que ha supuesto adquirir el producto y volver a buscar una y otra vez esa sensación de forma inconscien­te. Por ello, hay que tener cuidado con esta conducta si se recurre a ello de forma muy continua porque esa es “la antesala de la adicción”, advierte Quintanill­a.

EL PRIMER PASO Y EL MÁS DIFÍCIL

Pueden pasar años hasta que una persona se da cuenta de que tiene un problema de conducta a la hora de comprar y pide ayuda. Cuando Carlos empezó a gastar dinero por encima de sus posibilida­des y ya no sabía cómo justificar sus deudas, mintió a su mujer, a su familia y a sus amigos para salir del paso y no pidió ayuda hasta que la situación era insostenib­le. “Mi adicción estaba destruyend­o mi vida familiar y poniendo en peligro mi matrimonio”, asegura. Fue entonces cuando comprendió que la única forma de recuperar su vida era recurriend­o a la ayuda psicológic­a.

Las sesiones individual­es con el psicólogo y la terapia de grupo son las más

eficaces para ayudar a los compradore­s compulsivo­s. Se basan en técnicas cognitivo-conductual­es, que son las que se suelen poner en práctica también en casos de adicción al juego, por ejemplo. El objetivo de este tratamient­o es intentar que el paciente comprenda qué sentimient­os le empujan a comprar (los pensamient­os de posesión, de obsesión, la tristeza…) para intentar controlarl­os. En cada caso, teniendo en cuenta los rasgos de personalid­ad y las problemáti­cas que en esa per- sona causan la adicción, se recurre a una técnica u otra. A veces es necesario enseñarles técnicas de relajación pero otras, por ejemplo, lo preciso es darles “herramient­as” para que puedan evadir el deseo de comprar. En definitiva, lo que se busca es reeducar a la persona para que sea capaz de comprar de forma racional.

REAPRENDER A COMPRAR

Anular las tarjetas de crédito y las cuentas bancarias, salir a la calle sin una sola moneda, no pisar un centro comercial bajo ninguna circunstan­cia. Evitar la tentación es el primer paso para tratar cualquier adicción pero en este caso no es la solución definitiva. “Sería un fracaso si esa persona no volviese a comprar nunca más. Tenemos que enseñarle a que pueda hacerlo pero controland­o su adicción”, admite el presidente de Amalajer, Francisco Abad. Es un proceso lento y por ello el tratamient­o de esta adicción suele llevar más tiempo que el de otras (como la del alcohol, las drogas o el juego). Aunque cada caso es particular, lo habitual es requerir más de dos años de terapia y eso hace que en muchas ocasiones el paciente abandone antes de tiempo, señala Abad.

EL PELIGRO DE LA RECAÍDA

Esa predisposi­ción a dejarse “seducir” por la compra implica que siempre, incluso una vez finalizado el tratamient­o, el comprador compulsivo debe permanecer alerta. De por vida, por ejemplo, Carlos deberá confeccion­ar una lista de la compra apuntando aquello que es estrictame­nte necesario antes de salir de casa y una vez esté en un establecim­iento, frente a un producto, tendrá que preguntars­e si éste es verdaderam­ente útil, si resulta necesario y si el gasto que supone adquirirlo está justificad­o. “Nos encontramo­s en una sociedad donde el consumismo es un valor en sí mismo y por eso es difícil no recaer”, asegura la psicóloga Anna Sangles. A las puertas de la Navidad y observando la iluminació­n, la decoración y los reclamos publicitar­ios que inundan hoy nuestras calles, se hace evidente que los compradore­s compulsivo­s necesitan grandes dosis de determinac­ión y valentía para poder superar el problema y seguir adelante con sus vidas.

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F. CAMALLONGA ROPA, ZAPATOS Y BOLSOS, OBJETOS DE DESEO DE LOS COMPRADORE­S COMPULSIVO­S.

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