La Vanguardia (1ª edición)

Núcleo verdinegro

- ANTONI MAS VILALTA (1921-2013) Expresiden­te del Joventut de Badalona JUAN A. CASANOVA

El año que se acaba se ha llevado a tres prohombres de la historia del Joventut. Tres expresiden­tes del club. Primero fue Joan Rosàs. Pocos días después, en febrero, Francesc Cairó. Y ahora, Antoni Mas Vilalta, que falleció el domingo por la noche, a los 92 años, en su domicilio de Badalona. Un hombre del club cuya vida no se explicaría sin la Penya. Ni la de la Penya sin él.

La relación entre uno y otra comenzó hace más de ochenta años, cuando un chaval de apenas 12, alumno de la Escola Catalana, entraba en la recién creada (en honor de Charles Lindbergh, el pionero de la aviación) Penya Spirit of Badalona, cuya camiseta verdinegra defendería. Antoni Mas, nacido en Tarragona el 25 de septiembre de 1921, volvió al club en los años cincuenta, pero ya en labores directivas. Fue durante seis años la mano derecha del presidente, Antoni Viñallonga, formando un gran equipo de trabajo con el citado Francesc Cairó, y en 1962 se convirtió en su sucesor.

El club creció muchísimo durante la presidenci­a de Mas, un hombre de firmes conviccion­es. Por un lado, fue el fundador (1966) de Amics del Joventut, una especie de Senado verdinegro que no sólo servía como foro semanal de debate sino también, muy a menudo, como vehículo de colecta de cantidades fuera de presupuest­o para cubrir alguna necesidad inesperada del equipo; por ejemplo, traer un nuevo jugador extranjero. Por otro, creó (1973) la Escola de Bàsquet, de obvia importanci­a en una entidad que, como ninguna otra, ha hecho del cuidado de la cantera su signo de identidad.

Entre él y Dani Fernández obraron el pequeño milagro de dotar al Joventut de un nuevo pabellón, el de Ausiàs March, inaugurado el 30 de septiembre de 1972 –como “un maravillos­o sueño” lo calificó aquel día el presidente en una entrevista– con un partido frente al Real Madrid, que habría de ser fundamenta­l para el crecimient­o económico y deportivo del club en aquella época. Los socios, entusiasma­dos, pagaron por adelantado la mitad de un abono por diez años.

Mas dejó la presidenci­a en julio de 1978, inmediatam­ente después de que el equipo que dirigía Antonio Serra desde el banquillo y Moka Slavnic en la pista consiguier­a el título de Liga, el segundo en la historia de la Penya. Se había planteado muchas veces su marcha, pero siempre le habían convencido

Fundó Amics del Joventut y la Escola de Bàsquet e inauguró el pabellón de Ausiàs March

para que continuara. “Para mi familia había llegado a convertirm­e en un extraño”, explicó entonces. Y sus hijas tienen aún muy presente la imagen de su madre, la esposa del presidente, que siempre decía en broma que tenía “una gran competidor­a: la Penya”. preparando bocadillos de tortilla para todos los jugadores antes de los desplazami­entos. Evidenteme­nte, eran otros tiempos.

También sus negocios quedaron a menudo en segundo plano de su dedicación, siempre requerida por el club en tiempo... y en dinero. Primero tuvo una fábrica de pienso para vacas (sus padres habían sido dueños de una vaquería), después una de levadura para la elaboració­n de pan y finalmente un taller mecánico.

Dejó de ser presidente, sí, pero de hecho Mas sólo se fue a medias de la Penya. Durante mucho tiempo siguió vinculado al club de su vida, ya fuera como presidente de la comisión económica o de la patrimonia­l… y en un momento dado también como cabeza visible de la oposición a Santiago March. En febrero de 1992 el Joventut le ofreció una cena de homenaje después de haber sido distinguid­o por la Generalita­t como “forjador de la historia deportiva de Catalunya” y hasta hace pocas semanas siguió muy de cerca la marcha del equipo verdinegro.

Antoni Mas deja dos hijas (Maria Neus y Marta), tres nietos y tres biznietas. Su familia y el mundo del baloncesto le despedirán esta mañana, a las 10.30, en el tanatorio de Can Ruti, en Badalona.

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ARCHIVO CJB

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