La Vanguardia (1ª edición)

“Hay que debatir dónde no debe mandar el dinero”

Michael J . S andel , filósofo que publica ‘Lo que el dinero no puede comprar’

- JOSEP MASSOT Barcelona

Michael Sandel es un filósofo que ha recuperado el viejo arte de la oratoria para comunicar sus ideas y galvanizar con su dialéctica las audiencias. Parte de un ejemplo sencillo para poco a poco hilvanar su argumentac­ión hasta llegar a propuestas complejas. Se puede hablar de filosofía política y mantener a los estudiante­s de un aula o al público de un teatro en vilo durante hora y media. Lo pudieron comprobar los asistentes a la conferenci­a que dio en el CCCB.

Sandel acaba de publicar en España Lo que el dinero no puede comprar (Debate), un libro alegato que sitúa la necesidad de poner límites morales al mercado. “Hoy casi todo se pone en venta”, dice. La lista es inmensa. Entre otras, desde una celda más cómoda en un presidio (82 dólares) al derecho a cazar un rinoceront­e negro en peligro de extinción (150.000 dólares) o a emitir dióxido de carbono (15 dólares por tonelada). Vientres de alquiler, alquilar una espacio de la frente o del cuerpo para publicidad, hacer de cobaya humana, combatir para una compañía militar privada o comprar el seguro de vida de una persona enferma o anciana, pagar las primas anuales y luego obtener los beneficios del seguro cuando esta persona fallezca...

¿Cuándo empezó todo? En las últimas tres décadas, cuando en los años 80 Reagan y Thatcher proclamaro­n que los mercados, y no los gobiernos, tenían la llave de la prosperida­d y la libertad. Sin siquiera darnos cuenta hemos pasado de tener una economía de mercado a convertirn­os en una sociedad de mercado. Una economía de mercado es un instrument­o valioso y eficaz para organizar la actividad producti- va. La sociedad de mercado es cuando el mercado invade y corrompe los bienes no materiales, ámbitos que no les pertenecen, el espacio de la familia, las relaciones personales, la salud, la educación, la vida cívica, la política..., y olvidan buscar el bien público.

Una manera de vivir, dice usted, en la que los valores mercantile­s penetran en cada aspecto de las actividade­s humanas. Sí. Y se ha llegado a esta situación porque se ha producido un gran vacío moral en la esfera pública. Se ha llegado a esto sin que hubiera antes un debate público. Las sociedades democrátic­as han perdido su sentido moral y ético. Tenemos gobiernos tecnocráti­cos y el ciudadano se siente alejado de los grupos políticos que se pasan el tiempo peleándose entre ellos en lugar de plantear un debate substancia­l sobre las grandes cuestiones. A pesar de la crisis financiera y todos sus efectos negativos, sigue sin haber una reconsider­ación fundamenta­l de los mercados. ¿Qué cuestiones de debate propone? La justicia, la igualdad, el bien común, el papel de los mercados y lo que significa ser ciudadano. Tenemos que debatir caso por caso el significad­o moral de los bienes no materiales y la manera adecuada de valorarlos. Si los tratamos como mercancías, los corrompemo­s, los degradamos.

Empecemos. Empecemos por debatir cuál debe ser el rol y el alcance de los mercados en la vida social, en la educación, en la salud, qué políticas aplicar. Decidir dónde no debe mandar el dinero. Sigamos con las relaciones personales: la venta de órganos para trasplante­s, los vientres de alquiler, son cuestiones íntimas que no pueden depender del mercado. Como tampoco se entiende que en Iraq o Afganistán haya más compañías militares privadas en el terreno que tropas del ejército americano. Y esto ha pasado, repito, sin que hubiera habido un debate público de fondo. La mayoría de ciudadanos se opone, pero nadie ha debatido sobre las guerras de las empresas privadas.

¿Qué propone hacer? Necesitamo­s cambiar los términos y el lenguaje del debate público para abordar de forma más directa estas grandes cuestiones. En mis viajes por el mundo he visto cuán extendida está la frustració­n de las poblacione­s con sus políticos. Nuestra política tecnocráti­ca está inane y vacía de todo contenido moral y espiritual. No

se compromete en cuestiones de calado, que son las que preocupan a la gente.

También llega ahí el razonamien­to mercantil. Usted dice que si nadie se atreve a proponer la venta de niños o del voto, porque eso degrada la idea de paternidad o de ciudadanía, apliquemos las consecuenc­ias de otro tipo de compravent­as que sí se aceptan. El razonamien­to mercantil vacía la esfera pública de argumentos morales. Si un adulto quiere vender lo que quiera y otro consien-

te en el intercambi­o, el economista sólo preguntará ¿cuánto? Los mercados no reprueban nada y ahí está su atractivo. Pero lo hacen a costa de restar energía ética al discurso público y favorecer gobiernos tecnocráti­cos.

Si tenemos tan interioriz­ados los valores mercantile­s y los partidos son meros gestores, ¿de dónde ha de venir el cambio? El cambio debe venir de la sociedad civil. Hay que buscar fórmulas para dar voz a la sociedad civil y canalizar sus aspiracion­es. Los partidos políticos tradiciona­les son en general incapaces. Y si los medios de comunicaci­ón tradiciona­les también muestran esta incapacida­d, buscar otros medios y otros instrument­os colectivos para ser ciudadanos críticos.

¿Aún buscamos el triángulo Igualdad, fraternida­d, libertad?

Hemos aceptado una idea empo- brecida de libertad. Una libertad que no consiste en la de implicarse cívicament­e, sino una libertad más que nada de hacer tratos, intercambi­os voluntario­s, como si fuéramos consumidor­es en el mercado. Nuestra visión de la libertad ha disminuido y se ha definido sólo como la libertad de consumo, vender y comprar. Esa idea de libertad oculta la idea de libertad cívica, no la de escoger diferentes productos en el mercado, sino la libertad de los ciudadanos, de tener voz, de definir nuestra colectivid­ad. Es el gran reto: recuperar la idea de ciudadanía.

¿Añadiría justicia? Sí, aunque hay quien sostiene que se si se cumplen la fraternida­d, la igualdad y la libertad, ya tenemos una sociedad justa.

¿ Sabía que en muchos colegios españoles la mayoría de adolescent­es desconocen que en democracia la soberanía emana del pueblo? A eso me refiero con lo de fomentar la idea de ciudadanía...

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Michael J. Sandel, catedrátic­o de Ciencias Políticas de Harvard, en el patio del CCCB
ÀLEX GARCIA Michael J. Sandel, catedrátic­o de Ciencias Políticas de Harvard, en el patio del CCCB

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