La violencia pone en duda la capacidad de Brasil
Cunde la alarma por los incidentes en la última jornada liguera
¿Está Brasil preparado para organizar el Mundial? A seis meses del torneo ya ha habido alarmas inquietantes. La última saltó el domingo, con el violento enfrentamiento entre hinchas del Atlético Paranaense y el Vasco da Gama. Las imágenes han dado la vuelta al mundo: batalla campal en la grada, golpes con barras de hierro, brutales patadas en la cabeza, caras ensangrentadas...
El resultado fueron cuatro heridos graves –dos por bando– evacuados en helicóptero desde el césped de Joinville, donde el Paranaense jugaba de local aunque es de Curitiba, a más de 100 kilómetros. ¿Por qué? Porque tras el último derbi de la ciudad su campo fue clausurado por dos partidos a raíz de otra pelea entre dos facciones de Os Fanaticos, los ultras del Atlético, que usan una calavera como emblema.
No había policía dentro del estadio de Joinville –sólo seguridad privada– pese a que el encuentro era decisivo para ambos. En la última jornada, el Vasco se jugaba el descenso, y el Atlético, el pase a la Copa Libertadores. La batalla se inició a los 16 minutos, cuando los de Curitiba marcaron el 1-0. Tras una hora de suspensión, el partido se re- anudó. Ganaron los locales (5-1).
El Vasco bajó a Segunda, al igual que el Fluminense. Dos clubs históricos, ambos de Río de Janeiro. Tres aficionados del Vasco fueron detenidos acusados de intento de homicidio, entre otros delitos. Los cuatros heridos ya están fuera de peligro.
La presidenta Dilma Rousseff, en Twitter, calificó las escenas de “chocantes” e indicó que “en el país del fútbol no podemos convivir más con la violencia en los estadios”. Rousseff anunció la creación de un departamento policial específicamente dedicado a los hinchas y se mostró partidaria de la “necesaria” presencia de los agentes dentro de los campos.
En Joinville no había policía en el interior del estadio por decisión judicial, pues se considera que los clubs deben hacerse cargo de la seguridad. Los antidisturbios estaban fuera y tardaron cinco minutos en intervenir.
Por su parte, la FIFA condenó lo sucedido y en un comunicado dijo que era “muy malo” para el fútbol brasileño, aunque reiteró que en el Mundial la seguridad está garantizada. El organismo puso como ejemplo la reciente Copa Confederaciones. Ese torneo se convirtió, precisamente, en objetivo de las protestas por parte de los indignados brasileños.
Ni la FIFA ni el fútbol brasileño están dando buena imagen últimamente. El 27 de noviembre dos obreros murieron al caer una estructura sobre la tribuna del nuevo estadio del Corinthians, que se construye en São Paulo y está previsto que albergue el partido inaugural del Mundial.
El Gobierno ha reconocido que las obras de al menos tres recintos mundialistas no habrán concluido antes de acabar el año, como estaba previsto: el siniestrado de São Paulo, el Beira-Rio de Porto Alegre y el Arena da Baixada en Curitiba –del Paranaense–, donde España debería jugar contra Australia el 23 de junio.
Por otra parte, el sorteo del Mundial aún colea. Además de los rumores de tongo en las redes sociales, se acusa a la FIFA de racismo por elegir a dos presentadores blancos en un país donde existen leyes de discriminación positiva para los negros.